¡Mamá, tengo miedo!
Gritaba un niño de cinco años en mitad de la noche, mientras los padres pensaban en lo pesadito que se ponía su hijo con esas cosas de los fantasmas, y que no había manera de convencerle de que los fantasmas no existen. Ni los ovnis, ni los alienígenas, ni las hadas, ni las brujas, ni seres invisibles, ni ogros, ni zombis. ¡Qué ya está bien niño, que la noche es para dormir, y mañana tengo que ir a la oficina!
El padre harto de que se estuviera repitiendo esta misma escena durante varias semanas, enciende la luz de la habitación, y empieza a abrir los armarios, despejar los bajos de los muebles, correr las cortinas y levantar la cama y el colchón. El ritual conocido, esta vez tuvo variaciones. “Lo ves Marianito, no hay ningún fantasma en ningún sitio”. El niño, que después del numerito ya estaba totalmente espabilado, le pregunta susurrando al padre: “Papá, si no existen los fantasmas, ¿por qué los estás buscando?”
El incidente pone de manifiesto la contradictoria relación que establecemos con ese vasto mundo de lo desconocido. Hemos hecho muy bien en erradicar aquellas formas que algunos mayores utilizaban con los pequeños metiéndoles miedo; no era sino una mimesis de lo que el poder siempre ha hecho con aquellos a los que había que someter, inducirles miedo, proferir amenazas y trenzar chantajes. Otra cosa es si esa erradicación la hemos hecho correctamente, o si seguimos ejecutándola mediante otros instrumentos más sutiles y difíciles de apreciar.
Provocar el miedo, como instrumento, está bien que desaparezca, pero me pregunto si el miedo como consecuencia de la aproximación a aquello que desconocemos también nos lo hemos llevado por delante, porque es tal la animadversión que provoca en las personas, que parece haberse instalado una auténtica fobia colectiva a todo aquello que pueda suscitar esta emoción tan genuina. Y parece que no es consecuencia de una victoria colectiva, sino por el contrario, la paradoja ante un miedo mayor, el que se tiene al propio miedo.
Consecuencia de lo cual, los que formamos esta sociedad bien pensante y autocomplaciente, aprensiva e hipocondriaca, huidiza y cobardica, hemos determinado desterrar el miedo, siguiéndole el resto del medio social en esta cruzada. Del miedo como recurso al miedo como enemigo.
Ahora siempre nos movemos en el más acá, nunca en el más allá, porque el que se esconde detrás de la puerta ya solo puede ser un psicópata, las sombras difuminadas en la oscuridad son solo efectos ópticos explicables científicamente, los monstruos que pueden engullirte por abajo cuando te sientas en la taza del wáter y lo que sientes cuando metes la mano en un agujero inquietante son todas ellas imaginaciones desechables.
Hemos trasladado el miedo a cuestiones de aquí, explicables, tangibles y materializadas, y especialmente centradas en lo que hemos considerado el bien común de mayorías no cualificadas, en lo social. Por eso, a lo que tememos es a las redes de pederastas que nos muestran en la televisión que nos pueden hacer un avío, a las células islamistas que urden atentados monstruosos y terribles que ya sabemos como se las gastan, y a toda la variedad de psicópatas que amenazan la paz de ese recreo bien merecido, en el que nos lo pasamos tan bien mirando solo hacia eso del bienestar, es decir a ningún lado. Y tememos también a los agresores de señoras inocentes que enfermos de mala leche deciden acabar con ellas, a los desarrapados anti sistema con sus ocupaciones, sus algaradas y los parones de los metros, es decir a todo lo que hace que perdamos el control sobre nuestras sensaciones hiperconocidas. Se han transformado por ello los terrores nocturnos en tu cerebro que los ha adaptado para que aparezca un político con tijeras, una urna con forma de hucha, y un capitán general montado en un tanque rosa y una bandera arco iris.
El miedo personal e íntimo que era esa nebulosa que separaba el mundo conocido y consciente de ese otro mundo irracional, desconocido, misterioso e inasible, ahora es abiertamente ilegal. Lo que en ti surgía cuando osabas adéntrate en realidades, que surgidas desde instancias intangibles, te aproximaban a lo fantástico y a lo mágico, son irremediables residuos de un cerebro primitivo. Esa emoción a la que pocas veces vencías, y que te ponía a un solo paso de sensaciones tan atractivas como temidas, debemos evitarla y sancionarla. Y, sobre todo, aquello que cuando podías con él te hacía parecer mayor, y notabas que habías dado un paso definitivo para dejar atrás etapas anteriores, y ya habías logrado la capacidad para adentrarte en aventuras “superiores”, en las habitaciones sagradas, hasta entonces prohibidas, a las que por fin lograbas tener acceso, es un producto irracional que despreciamos como un vestigio de una etapa atrasada, antigua y semianimal.
También parece evidente que esta fobia se ha llevado por delante la presencia del misterio, base del sentido de la Evolución. No hay misterio en el sexo porque ahora es o una función o un acto. No hay misterio en la noche porque solo es la ausencia de luz. No hay misterio en las palabras porque las hemos hecho significar casi siempre lo mismo. No hay misterio en el después porque es la continuidad del hoy. Y el misterio del nacimiento y de la muerte son pura causa y consecuencia de la elaboración genética.
El sentido de aventura siempre es peligroso porque es antagónico a los rituales y las certezas, por eso se lo legisla cuanto antes, y el misterio de quién soy, qué voy a ser, y qué me va a pasar deja de ser un incentivo y acicate para seguir viviendo. La ruleta de la depresión y su compañera, la excitación ansiosa permanente, sigue girando para crear el espejismo de que la vida es un azar aleatorio de la biología evolucionista que se pelea con frecuencia con esa infantil fantasía creacionista, y nuestra vida es solo un guión previsible, repetido y emulado del de los otros, del que nadie quiere anticipar su final.
La causa psicológica de esta crisis es la pérdida del sentido evolutivo de aventura, manifestada a través de la enloquecida metástasis de lo que supone el modelo capitalista en el desarrollo del ser humano.
Carlos, te leo con gusto siempre. A todos los que escribís en este blog ya sea los artículos ya los comentarios, os leo con gusto. Unas veces naturalmente se está más o menos de acuerdo con esto o con aquello y con algo o con alguien; pero en líneas generales creo de verdad que tiene muchísima calidad y que busca, y logra, abrir las mentes de quienes acudimos a él buscando atisbos de ver formas distintas de ver el mundo con miradas que se despegan de la inmediatez tan imperante del qué quiero o qué no quiero, qué me sirve y qué no inducido, tan sólo, por un afán de bienestar (que no sé si “estado del” sino bienestar a secas) que se traduce en resumidas cuentas en poseer.
“Si yo poseo estaré satisfecho y dejaré de armar bronca y meter ruido”. Así es como funciona la especie humana en su gran mayoría.
Pero aquí estamos en otra cosa que va, y en este mismo artículo tuyo resulta evidente, un paso más allá. Por eso, cuando llego al último renglón y me encuentro la frase “modelo capitalista en el desarrollo del ser humano”, me viene una especie de respingo.
Pienso que aparte y por encima del capitalismo o del… no me sé la palabra, o no me sale, pero lo que sea lo contrario, el ser humano tiene sus propios mecanismos y su propia voluntad y su propia inteligencia para crear su propio modelo — ¿individualista, a lo mejor? Se me cruza así de repente por la cabeza y creo recordar que el individualismo es algo muy denostado y no entiendo por qué, o se es individuo o se es masa, ¿no? Pero, bueno, no iba a eso — crear su propio modelo y organizarse su propia manera de entender la vida y estar en el mundo, que puede ser de lo más variopinta de un individuo a otro.
Es por eso que las alusiones al capitalismo (o a su contrario, la palabra que no me sale) me da la sensación de que reducen cuestiones y aspectos más profundos a un mero debatirse por la supervivencia. Y me sugieren imágenes trasnochadas y polvorientas de luchas de clases y proclamas de aquellas de comienzos de la época industrias y que todavía tuvieron un cierto halo romántico en la progresía de los 60.
Pero ya no, por favor. No más capitalismo sí capitalismo no. Debe de haber seguro, si se las busca, palabras nuevas para inquietudes y aspiraciones nuevas.
Es quizás complejo el análisis de Peiro y además juega con las palabras, podíamos llamar «asombradas». Yo deduzco que hemos perdido exactamente eso, la capacidad de asombro. Si eso nos pasa, ahora, nos medicamos. Y, si amamos?, pues también nos medicamos.
Al final del articulo toca el problema del Sistema social en que vivimos. Es que nos hemos vuelto tan tópicos, creemos que el entorno sumido en este sistema es todo el Mundo. Cuando hablamos de los otros, de los desconocidos, sí usamos, mal usamos, la palabra asombro. Nos asombra que hayan otras culturas, otras formas de vida. En fin nos creemos que todo lo que hay es lo esta debajo de nuestra cama. Antes hablabamos de las intuiciones, de las percepciones, de las visiones. Nos comunicabamos con mundos lejanos, teníamos palpitos, teníamos miedos sonoros. Teníamos miedos humanos, ahora tenemos miedos «sistemicos»
Gracias por tus comentarios en relación con este y otros artículos. Son apreciados y agradecidos.
La inclusión de la última frase, la de tu respingo, es una extensión final para dar lugar a reflexiones, que como la tuya son imprescindibles para lograr avances personales y colectivos.
El objetivo del artículo en si mismo no radica en la frase, sino que es una introducción a otros posteriores que vendrán. Al respecto, quiero indicarte que a mi tampoco me gusta ese sistema que llamamos capitalismo por muchas razones, que no es este el sitio para desarrollarlo. Pero es cierto y evidente que es el que tenemos, y si es así cabe preguntarse porque.
Más allá de que cualquier modelo, institución, poder, etc. asentado se opone con fuerza siempre a su desaparición; el del capitalismo entendido como la acumulación de bienes, la monopolización de medios, y la restricción de los ámbitos de decisión a unos pocos, por poner unos ejemplos que ahora me vienen a la cabeza, que viene imperando en el mundo occidental unos tres o cuatro mil años, se apoya en unos resortes determinados del ser humano caracterizados por una enorme fuerza, y relacionados directamente con la supervivencia y la territorialidad, evidenciando las vigorosas raíces psicológicas en los individuos que lo sustentan.
Soy de los que piensan que los modelos y sistemas son consecuencias directas del estado de las personas que los crean y lo sostienen. Y el capitalismo existe en tanto en cuanto los seres humanos «estamos» en una determinada fase de nuestra propia evolución. Y si se está resquebrajando, como parece, y pese a que los ritmos de los cambios sociales pueden suponer siglos para que supongan algo significativo, no es sino porque el hombre occidental está modificando su estado, después de mucho tiempo de batallarlo, con el privilegio histórico de que lo estamos presenciando, motivando y activando.
Carlos, y si yo te digo que me gusta el misterio, lo sorprendente, la aventura de lo desconocido, la inigualable magia del no saber qué va a pasar, que me fascinan la noche y sus fantasmas, saltarme las fronteras, preguntarme por los por qués, soñar con estrellas fugaces …, y que no me gusta el miedo, que no lo necesito, que educo a mis hijos para vivir sin el acicate o/y la opresión del miedo, para que miren de frente y con ganas la oscuridad y se sumergan en ella porque es posible encontrar la luz … Y si te digo que no me gusta el proceso necesario de carecer para aprender a valorar lo que antes se tenía,que no me gusta sufrir la pérdida para descubrir la hermosura del pasado… No sé, Carlos, tu artículo me sorprende (y no lo he leído con miedo), es hermoso, tiene fuerza, pero me desconcierta, porque creo que la evolución del ser humano pasa más por la ausencia progresiva de lastres, y la necesidad del miedo como motor impulsor aunque sea para algo tan digno como la aventura, y la necesidad del sufrimiento del miedo para saltar a otra dimensión … No me gusta, me aterroriza que permanezca siempre o solo un rato, como paso necesario para evolucionar.
Me gustaría que me ayudaras a comprenderte. Gracias.
Micaela, tu petición se me traduce más en forma de consultorio, que de blog público, sin ánimo de faltar.
No lo digo especialmente por tí, cuando observo preocupado como se utilizan microscopios para mirar las estrellas, ya que más allá de los paralelismos entre los distintos cosmos, no creo que se atine ni mucho, ni bien, con tamaña componenda. No es casual que se haya instalado en nuestro medio esa correlación entre interioridad y sociedad, pues indica una importante necesidad de que cada persona armonice su individualidad con el conjunto; una cuestión que impulsa al primero a modificar aquellas cosas que puedan parecer disonantes a este. El flujo también tiene una dirección inversa, en la que se usan macroscopios para observar los cosmos diminutos, seguramente para prever la necesidad de proveerles de una educación adaptada, socialmente aceptable e integradora.
Por lo tanto, en el artículo se intenta plasmar las maneras presentes en las que nuestra cosmogonía colectiva entiende y elabora su relación con lo que se escapa de su razón, en la línea de cómo esta función del pensamiento va progresivamente desacralizando cualquier aspecto del ser humano que nos se ajuste a sus limitados parámetros operativos. Y cómo la mayoría del común de los mortales van dando claramente la espalda al misterio, la aventura y el conocimiento aún desconocido. Es decir, la tesis del artículo es desenmascarar la arrogancia prepotente de la razón, y desvelar que lo único que lo motiva es el miedo al propio miedo.
Un beso, Carlos
Ayer estuve en el Museo del Prado. Hay que tener ésta experiencia más a menudo, creo yo; estuvimos con Velázquez y con su retrato de caballero ( la obra invitada )..que tiene mil miradas, quiero decir «las tiene» pero » te las da»…si te alejabas, te imponía, con ojos de escudriño, si te acercabas te susurraba por un ojo la ternura que hay en tu alma, por el otro tu propia duda hacia ese amor; por un ojo extiende su atención y salta en el propio espacio y en seguida miras al otro, así va tejiéndose una red de comunicación íntima y colectiva de secretos y descubrimientos que sólo pueden hallarse en las miradas. Sólo existe ese lenguaje, el silencio de amable exigencia, de misterio, de amor, entre dos. Sus labios ( una dulzura insospechada)..parecen relamerse de gozo y por su nariz se columpian los ángeles del conocimiento. Sólo importa ese señor ( en cualquier situación) que calla tus pensamientos, te detiene y te expone al misterio de estar quieto y apasionado, sublimando el sueño entre los dos. Tu no eliges nada, Velázquez te elige a ti.
Gracias, Carlos, por tu respuesta.
Y, sí es una consulta, no facultativa, de momento 🙂
Había entendido el análisis que hacías y estoy de acuerdo con él: si racionalizas el miedo puedes llegar a anularle como motor impulsor de muchos de los procesos irracionales «positivos» (miedo a lo desconocido, búsqueda de nuevos caminos aunque produzcan vértigo …) Pero, sigo pensando que salvado este instintivo «uso» del miedo, el paso siguiente sería eliminarlo como elemento previo necesario para conquistar nuevos caminos evolutivos. El cómo y el por qué serían dignos de una discusión en la que estaría encantada de participar.
Besos, Mika
Bien Micaela, pero como «salvar» el miedo es otra cuestión, y se traduce en un debate de no poco calado. Además, hemos introducido el término de manera general para resaltar la relación patológica e insana, que se ha instalado como forma de exorcizar aquello que está más allá de nosotros, y con ello los aspectos inconscientes y subconscientes del ser humano, que son la mayor fuente de riqueza de su existencia. La pobreza de mucha parte del arte actual, y de esta humanidad, proceden de este blindaje férreo ante sus efluvios, derivando la creación artística hacia derroteros sociales y existenciales nihilistas que poco tienen que ver con la apertura hacia realidades distintas. Hay como una especie de autosatisfacción morbosa en observar al artista su incapacidad para salir del fango, al tiempo que domina en ese medio una importante dosis de ira ante los que intentan y consiguen acercarnos al límite de nuestros sentidos. ¡Qué se lo pregunten a esos otros pintores sevillanos!
La aventura de Juan sin miedo, es un buen ejemplo del conflicto con el miedo como fuerza y emoción en el devenir humano. El sin miedo es un pobre inconsciente que a base de golpes, porrazos y artimañas se zafa de las criaturas malévolas que le acechan. Con la promesa de casarse con su hija la princesa, el rey le encarga que elimine a los seres maléficos que se han adueñado de su castillo. Tras lograrlo, el Juan descubre en ella el amor, y entonces es cuando a través de los cristales de agua que ella derrama descubre el miedo. Una forma sencilla, pero muy expresiva, de que entender que el miedo es una emoción básica que viene añadida a la apertura de la consciencia individual. ¿Será que el amor y el miedo, son el paso necesario en ese proceso, y que ambos son seres que vienen de la mano, viven en la cueva de los dos Juanes, y si eliminas a uno te estás llevando también al otro?
Los otros miedos, los del supuesto imaginario personal, tienen otras claves que están traducidos en tu propia biografía. Son aquellos que Freud llevó al diván para su análisis, y Jung los rescató de allí para encajarlos en una dimensión más amplia, la del ser humano en el recorrido ancestral de toda la humanidad. Este sí fue capaz de trasladar las imágenes reflejadas en el espejo para situarlas al hilo del azogue cósmico.
Quedo a tu disposición para informarte de los horarios de las consultas.
Un saludo.
Tu comentario me ha abierto/abre muchos frentes de discusión:
-«salvar un obstáculo», significa superarlo, para «salvar el miedo» habría que intentar recuperarlo y: superarlo. La forma más efectiva es el humor: reirte de él, convertirle en algo manejable, en camarada, amigo de las búsquedas «a saltos», «en saltos» cosmogónicos y personales.
-el cuento como explicación universal de lo desconocido, como camino de lo parabólico, de los cambios cíclicos, de la búsqueda (de nuevo) de uno mismo, del viaje hacia lo desconocido, la aventura, la magia. En contraposición al cuento como medio para conseguir la integración de valores tradicionales.
-el arte como llave para saltar (de nuevo el verbo) fronteras desconocidas, buscando (aquí otra vez el proceso), probando el sabor de nuevas fuentes de conocimiento y sensaciones. Añadiría la música también.
-Jung y Freud. Freud y Jung. El miedo individual o/y el miedo universal como evidencia racional o/y hecho primigenio, ineludible, en los caminos de descubrimiento de todo ser humano, desde el que habita en la selva amazónica al que toma café en Chicago.
Todos los aspectos mencionados son herramientas para andar, tropezar, saltar, conformar, crear … lo que sentimos y concebimos como historia personal y social.
Hay más herramientas a las que acudir y de las que servirte, sin duda.
En el concepto y en la realidad social actual, en Europa, por ejemplo, existen vacios enormes provocados por el olvido o la ignorancia de: el amor, el miedo, las incertidumbres, el pensamiento divergente, la sabiduría de los viejos, la espiritualidad, el sentido del más allá, la/el nuevo-a hombre/mujer,…, pero existen vacios también por intentar concebir tales conceptos bajo fórmulas obsoletas. Además, a esto se añade, el uso de un discurso sin carisma, sin luz, agobiado por la descripción de hechos y realidades tangibles. Un discurso que ha olvidado las palabras mágicas: abracadabra, ábrete sésamo … y el valor de los efectos mántricos de las mismas.
Una posible fórmula final: herramientas+discurso mágico=posibilidades infinitas
Y, la clave para que funcione es buscar, aunque no baste una vida.
Aventuras que sugieren miedos, terrores; lo desconocido que genera vértigo..; los nuevos caminos, con otras personas que se adentran en nuestras vidas….el sucio ca-pitalismo-o mas de lo mismo.se es pobre o se es rico, pero no otra cosa,…divinas aventuras por carreteras perdidas que llevan a nuevos lugares!!- nada es DADO, todo queda por hacer, no hay reglas,..nuestra responsabilidad, es hacerlas, con justicia…este sistema genera miedos-terrores-horrores-..y de ello se alimenta, volar alto cómo las águilas- aún con riesgos, a veces, o quizà siempre, convenga.