En este mismo blog ya ha habido aproximaciones al tema de las drogas de diferente tipo, dado que el problema es de tal envergadura que alcanza la categoría de epidemia general, y es necesario el verlo desde diferentes ópticas. Pero, sorprendentemente, pocas veces se le aborda desde la perspectiva de las causas y las motivaciones hacia el consumo.

Si empezamos por el principio, tomando como referencia lo que dice la Organización Mundial de la Salud sobre el concepto de droga («Droga es toda sustancia que, introducida en el organismo por cualquier vía de administración, produce una alteración de algún modo, del natural funcionamiento del sistema nervioso central del individuo y es, además, susceptible de crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas”), es tan amplia que permite que entren en ella desde la heroína hasta las patatas fritas, pasando por las tarjetas de crédito y el apartamento en la playa. Y es que sobre este tema hay tantas afirmaciones y perspectivas diferentes que acaba siendo difícil forjarse una opinión clara al respecto.

Hay dos de estas visiones que resultan especialmente importantes por la confusión que generan. La primera tiene que ver con la división entre las drogas legales y las ilegales. Cabrían serias dudas de si al cerebro, principal órgano susceptible de ser afectado por ellas, le importa mucho el carácter legal de la sustancia utilizada, y si los agentes dopaminérgicos implicados leen el código penal. Aunque quizás conviniera a los legisladores leer de vez en cuando las leyes que rigen el cerebro, por ejemplo. Y no importando, estaríamos hablando de unos niveles de afectación que exceden espectacularmente cualquier otro tipo de enfermedad o alteración fisiológica. La dimensión del problema, entonces, alcanza niveles que difícilmente pueden soportarse. Para los interesados en el tema de la afectación cerebral pueden acceder a un video divulgativo interesante.

La segunda visión es la que entiende la cuestión exclusivamente en términos económicos y de mercado, algo tan sesgado e incomprensible como leer el Quijote haciendo estadísticas sobre los adjetivos, los adverbios y los pronombres que se contienen en sus líneas. Pues contemplar esta realidad desconociendo su principal característica, que es la realidad psicológica que impulsa, alienta y determina su utilización, es tratar el problema obviando lo que lo produce.

En nuestra habitual puesta en escena, centramos el problema en los menores y en los jóvenes, estableciendo una caprichosa línea divisoria entre lo que incluimos y lo que no, dejando fuera a la inmensa población que hace uso de antidepresivos y ansiolíticos, que de una u otra forma consumen para poder vivir. Como, en el hipócrita discurso que sostenemos, el estigma de la drogadicción es calificado de manera tan peyorativa, no se va a incluir en él a todos aquellos que están a nuestro lado.

Una calificación novedosa de la epidemia propone diferenciarla según el uso de la sustancia en función del papel que juegan sus efectos en la vida del individuo que la consume. Así, establece una primera categoría en la que la “alienación” que supone la ingesta es una forma de evasión de problemas relacionados con el mundo relacional, y afectivo-emocional del sujeto, situando la motivación del consumidor en soportar las circunstancias adversas de las vivencias que se le suscitan. El cliché del alcohólico mediterráneo que no supera la ruptura conyugal, o del ama de casa que no aguanta el síndrome del nido vacío, cuadra sin duda con esta definición.

Se diferencia de una segunda categoría de individuos a los que las dificultades y/o fracasos en el mundo social, laboral o profesional, les impulsan a una suerte de “huida hacia delante”, que facilita y favorece unos estilos de vida basados en una forma de adaptación a una realidad externa de la que no se quiere o no se puede salir. La hiperestimulación, el consumo social, la participación en los rituales colectivos, la alta asunción de valores en uso y compartidos, en una dirección de mecanismos de adaptación, son signos que evidencian como para muchas personas la integración social es sinónimo de consumo.

La tercera categoría la conforman aquellas personas que atraviesan un momento vital, producto de los cambios internos suscitados en su organismo, que se sienten abocados a formas de búsqueda y experimentación de experiencias que les aproximan a situaciones de consumo en diferentes rituales personales o colectivos.

Sin duda, la gravedad de estas tres categorías va de más a menos siguiendo el orden de lo descrito, dados los riesgos de que la vida de cada individuo se quede bloqueada por el consumo. Y aunque son todas importantes, dado el carácter de adicción con el que cuentan, el grado de afectación psicológica de la persona que consume y de la percepción de la necesidad subjetiva del individuo guardan diferencias sustanciales. Por eso es especialmente sangrante la actitud de la sociedad en su conjunto, y de las administraciones públicas en particular, en ofrecer una visión del problema exclusivamente centrada en el tercero de los problemas, el que más afecta a la población juvenil, sin querer hacer un mínimo de contemplación a toda la realidad adulta. Incluso, se podría decir, que esa misma manera de enfocarlo ahonda en las razones por las cuales los jóvenes encuentran más motivaciones para desoír los mensajes preventivos. Al respecto, cabe mencionar esos anuncios televisivos en los que, paradigmáticamente, grandes figuras mediáticas del mundo del deporte y la televisión, lanzaban mensajes antidroga poco tiempo antes de que se descubrieran sus propias adicciones y se hicieran públicas.

Y si nos centramos en el primer mundo y en uno solo de estos problemas, es altamente preocupante que, desde hace años, cientos de miles de jóvenes, los fines de semana o en sus momentos de ocio, utilicen en diferente grado el amplio abanico de sustancias que circulan por los espacios públicos para su ingesta, generando un mercado ajeno a los intereses empresariales de obligada cotización.

Cabe preguntarse cómo un mismo ritual, con todas las variantes y matices que queramos ponerle, es seguido de forma tan contundente y masiva por conjuntos poblacionales aparentemente tan distantes, desunidos y diferentes. Y más allá de que habrá que prevenirles de los riesgos que conllevan tales comportamientos, ¿qué está pasando para que esto suceda delante de nuestros ojos día tras día, yendo a más, sin que nadie se pregunte los motivos de esta locura colectiva? Como mucho, nos conformamos con unas pocas explicaciones sencillas, sin mostrar mucho más interés que aquello que nos concierne directamente como familiares o vecinos.

Pero una cosa me queda meridianamente clara, que es que el mundo que les ofrecemos a los jóvenes como proyecto de vida futura, va llevando a grandes hornadas a los colectivos jóvenes a la necesidad de inventarse otros mundos ficticios, con el riesgo de que los más valiosos se queden definitivamente atrapados en ellos.

La opinión entre los jóvenes parece acompañar esta ceremonia de la confusión, pues si ya hace años se percibía al tabaco como más dañino que el cannabis, ya ahora las últimas investigaciones apuntan que también el alcohol es percibido como más dañino.

Y ahora vendrá alguno que dirá: todo esto está muy bien pero, ¿por qué limitas mi libertad individual haciendo ilegal fumarme un porro? Como si este grave problema colectivo importara un pepino, y solo se tratara en la medida en que me afecta a mi solito.

7 comentarios

7 Respuestas a “Las drogas y la confusión”

  1. Godo dice:

    Esta claro también que en el tema de las drogas se toman decisiones mas o menos arbitrarias por las que se permiten unas y se prohíben otras. Es evidente que el alcohol es una droga pero ¿porque haya gente que sea alcohólica me tienen que prohibir poderme tomar una cerveza por la tarde o un vino al comer?. O fumar un porro relajado en mi casa un sábado por la noche.

    Esta bien ahondar en las causas y luchar contra ellas, pero la prohibición no funciona y si vulnera otros derechos.

    1. Loli dice:

      No sé….estaría bien ahondar un poco en el concepto «derecho».

      Por ejemplo, ¿se puede hablar de «libertad de elección?, sería un derecho, en cierto modo…pero…¿cómo se puede elegir, si no hay criterios, o los criterios son escasos, o simples, o lineales?, e incluso, ¿cómo se puede hablar de libertad a la hora de escoger, si no hay mucho dónde hacerlo, además, nadie parte ni tiene las mismas condiciones para ejercer ese «derecho»?.

      Es decir, redactamos, sellamos y reclamamos una serie de cosas que, en el fondo, desconocemos, o solo las conocemos por la recurrencia de sus «estribillos»….difundidos y amplificados por los estamentos pertinentes, pero ni las conocemos de verdad, ni parece que seamos conscientes de ello, por eso parece tan fácil «mercadear» con ellas.

      Es algo así como hacer de la ignorancia un derecho.

      Y la ignorancia convertida en derecho, y en poder sobre lo no se sabe…solo lleva a una sociedad engañada y dispuesta para ser utilizada…y lo peor…en disposición de ser destruida en su capacidad de desarrollo.

      En ese aspecto, el conocimiento de la mecánica de las adiciones, y su incidencia, curiosamente en los más jóvenes, en los que están en la «edad del héroe», y en los que se preparan para ello, se vende muchas veces, de forma más o menos clara o enmascarada, (hay muchas formas de hacerlo) como un «ejercicio de libertad» y de «progresía»…es como para pensarlo.

  2. Rosae dice:

    En este mundo Adictivo, donde todo está en venta, lo normal es Consumir, lo que sea!

    Conozco de una ‘sustancia’ que provoca grandes carcajadas y borracheras de poder a ciertas personas de nombres ‘conocidos’;

    Adivinan cual es?-

    Qué igual no son las drogas, sino el cómoNos educan, y todo aquello que nos hacen Creer, sobre todo acerca de nosotros?-
    Qué igual es eso?…

  3. Manu Oquendo dice:

    Los que tenemos más edad recordamos un mundo en el que el consumo de las Drogas ilegales ni existía ni tenían el menor impacto en la gente normal. En España y fuera de ella.

    En algún momento los Gobiernos Occidentales decidieron (casi al unísono) que tenían que Liberalizar su Consumo y lo fueron haciendo. Estas decisiones no están en los Transpondedores del Radar ni en el Sonar del Público o se esconden. Pero así fue.

    Aquí, tras la muerte de Franco, famosos líderes políticos, además de una legislación destructiva –va siendo hora de llamar al pan, pan– , trataron de convertirlo en hábito social de «progreso».

    «Colocarse» se puso de moda.

    En EEUU esto sucedió durante la guerra de Vietnam y muchas bolsas de los cadáveres desde Saigón sirvieron de camuflaje para envíos de todo tipo por parte de las mafias infiltradas en la «suboficialidad».

    Hoy es un secreto a voces que el 22% de «toda la población» occidental está «medicada legalmente».

    Osakidetza ha publicado estudios (a partir de sus propias recetas y bases de datos de población) que muestran segmentos sociales en medicación psicotrópica por encima del 40% y del 45%.

    Hablo de Drogas Legales suministradas por el sistema Sanitario.

    A esto hay que sumar el consumo de las drogas cuyo consumo es legal pero el Tráfico no lo es.

    A esto hay que sumar acciones legales (del Poder Político) que mantienen abiertos los locales toda la noche con lo cual a las familias resulta absolutamente imposible educar de modo mínimamente saludable.

    Súmenle los castigos y prohibiciones a padres y profesores (más legislación) para imponer disciplina y hábitos de vida sana y se va completando un mapa de Destrucción Social Deliberada desde el Poder.

    De momento la GC de Tráfico detecta que van drogados (alcohol aparte) el 40% de los conductores en sus controles.

    El que todavía mantenga algo de sentido común que lo use y saque conclusiones.

    Saludos

  4. Rosae dice:

    Es a este comentarista que escuché algo de : drogadicción- búsqueda de libertad?-

    Algo que te somete..por Consumo, y te esclaviza para Costear ese consumo..

    libertad?- donde?- si además, perjudicas la salud con el consumo?-..

    Libertad es, no «necesitar» casi nada de lo que nos «venden»..mejor el áscesis-que-el-éxtasis..

    1. colilla dice:

      Y cuando no te somete? Es decir, si simplemente lo haces porque te gusta?

      Segun tu logica, ser libre es ser una monja de clausura, porque para todo lo que hagas te tienes que costear su consumo/uso. Ir al cine o comprarte una revista te cuesta dinero, pero nadie piensa que por eso esa actividad te somete.

  5. Rosae dice:

    Uffff…quisiera no escribir en este blog..lo de colilla por el cigarret?-..
    Será!!- vaya ¿? Que hago..qué torpeza la mía..

    venga va!- que será igual el consumo de drogas (continuado en e tiempo: adicción), que lo del Cine- y la Revista?-

    Cada cual piense por sí mismo, que a mí discutir, la verdad, nunca me gustó!

    Y, yo no juzgo, cada cual vea Qué le conviene..pero lo de monja de clausura!!- oye..me diste una idea: «alejarse del mundanal ruido» a veces, conviene, y..si hacen pastelitos!!..pa’gustos Los Colores.

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