Si fuéramos realmente solidarios, como presumimos de serlo, la riqueza no debería revertir sobre las entidades o personas que la generan. Excepto el caso en el que sea necesaria para reinvertir en investigación y desarrollo en nuevas áreas, simplemente no se debería permitir porque redunda inevitablemente en el mantenimiento y aumento de la brecha entre la riqueza y pobreza, o lo que es lo mismo, la relación entre la deuda y el deudor. Cierto es que esa brecha, ni mucho menos, es consecuencia en exclusiva del control de la producción, las materias primas y los bienes por parte de los países ricos, pero está claro que es uno de sus principales factores, y en toda regla la prioridad política de sus gobernantes.

La relación directa entre consumo y producción hace tiempo que es la base de las sociedades occidentales. Se produce porque se consume, y se consume porque hay bienes susceptibles de ser consumidos por su producción y distribución. Pero hasta la aparición de la publicidad de forma estandarizada y generalizada, apoyándose en los nuevos medios de comunicación modernos, no se extendió el mecanismo de incidir directamente en la mente de las gentes, para favorecer la compra de los productos publicitados. Muy lejos de ser experto en la materia, me pregunto cuándo nuestro estilo económico cambió su forma de hacer en la relación entre producción y oferta de bienes y servicios, para pasar a ser otro entre producción e incidencia casi en exclusiva en el consumo.

En este proceso, el marketing y la publicidad han sido, sin duda, dos pilares decisivos para la consecución de los objetivos de este sistema productivo. Las estrategias publicitarias, enormemente sugestivas, que no han parado de crecer en el impacto y sutileza de los mensajes que se envían a través de los medios de comunicación, y que no tienen límite en la invasión de todos los espacios susceptibles de serlo, han modelado la conciencia de los ciudadanos con tanta intensidad que es imposible entender el estilo de vida actual, y los elementos que la caracterizan, sin su fuerza persuasiva.

Entender el espacio privado de las conciencias como uno de los lugares principales en los que se debate el mercado, al modo que han hecho secularmente las religiones más importantes estructurando los aspectos divinos de las ideas metafísicas, ha dado pie a auténticas estrategias y campañas en pos de la conquista de las creencias, y consecuentemente en la creación de completas escalas de valores vinculadas con el éxito, la felicidad y la comodidad.

El efecto producido es importante y el mecanismo que lo propicia es el marketing, entendido como el conjunto de técnicas y herramientas que estudian el pensamiento de las gentes, y exploran su subconsciente en pos de las claves que determinan sus elecciones y los aspectos que activan sus tomas de decisión. El nivel de sutileza de los estudios es muy amplio y profundo, hasta el punto de conseguir establecer siempre vínculos aprovechables entre los productos a ofrecer y el sustrato emocional de los ciudadanos.

De fondo, de manera similar a como sucedía en el Medievo, en el que la numerosa “clase baja” asociaba su subsistencia con la pertenencia al señorío que tocara, y solo se entendía preservar la vida con la protección que procedía de la “nobleza”, las actuales “clases medias” confían mucho en la economía de mercado a la vez que en un Estado que se autoproclama de bienestar. La mercadotecnia se encarga de darle ese sentido de diferentes formas, que tienen como denominador común la subsistencia exitosa, o cómo conseguir vivir mejor tratando de ligar el consumo de los productos ofrecidos con los mecanismos emocionales que sustentan la vida.

Todos los productos publicitados, sostenidos por los estudios e investigaciones de mercado, obedecen a este mismo mecanismo, que se puede sintetizar en solo tres fenómenos: sexo, dinero y poder. Y estas tres realidades atávicas forman un solo prisma que se retroalimenta constantemente y se autosatisface permanentemente. Y su principal rasgo diferencial estriba en la manera en que se manejan: consumo de sexo, consumo de dinero y consumo de poder, este último es la característica definitiva de todos los movimientos políticos tanto los anteriores como los novedosos.

Y las tres hacen mención a la relación del individuo con su plano más terrenal, el más ligado a la tierra. Es una concepción que, desde la perspectiva religiosa, es completamente rasa, pues solo te vincula con la materialidad y la fe que se deposita en ella, también llamada economía.

La angustia existencial que se palpa en nuestras sociedades desde hace mucho tiempo, se entiende bien desde esta óptica, y las reacciones socio-políticas que estamos viviendo y que todavía viviremos, son respuestas exacerbadas y virulentas a esta realidad. La continua invención de necesidades por vía del marketing, la exposición permanente a objetos de consumo planteados como imprescindibles, la excitación constante del sustrato emocional dirigida a la compra de bienes y productos, somete al individuo a un juego de alienación laberíntico desde la más tierna infancia, aproximándole a una esclavización vital en el que la adquisición es el único sentido que tiene.

La mayoría de los objetos ofrecen una satisfacción poco más que inmediata y fugaz, una duración premeditadamente escasa, un uso puntual y pocas veces frecuente, y una vinculación rápida y reciclable con el usuario/propietario. Es un juego en forma de espiral, en el que la aspiración solo es el ascenso al bucle siguiente y evitar caer en el anterior descendiendo, en una especie de escalafón de consumo.

Los auténticos avances que se han producido como consecuencia de la ciencia, han dado lugar al desarrollo tecnológico, que se ha puesto al servicio casi en exclusiva de la alienación de las gentes sometiéndolas a una suerte de fagocitación de sus vidas, impidiéndolas el crecimiento hacia otras realidades que están por encima de esta subsistencia lúdica, enajenada e indolente.

Por mucha educación para la ciudadanía que se quiera implantar, el común de las gentes está mal educada, y tal y como se dice ahora “sistémicamente”, debido, con asfixiante singularidad, al continuo abuso de estrategias que nacen de una necesidad cultivada en laboratorio, y mueren inexorablemente en el consumo. El inflado combatiente del Sumo sacará a cualquiera del tatami ¿Qué queremos pues tener entre los jóvenes cuando en la adolescencia llegan a la edad adulta? No saben pensar, no saben escuchar, no saben relacionarse, no saben identificar sus emociones, no saben manejar su tiempo, muy poco se les ha “cultivado”; pero eso sí, consumen como nadie. ¿De qué nos quejamos pues?

11 comentarios

11 Respuestas a “Sumo”

  1. Loli dice:

    Desde hace algún tiempo, me da la sensación de comprobar una especie de actitud huidiza, en general, cuando, a nivel de encuentros, conversaciones, fortuitas o no, en fin, en situaciones de cotidianidad, al abordar lo que damos en llamar “política”.

    Y creo percibirlo porque enseguida nos desligamos de lo que creemos el concepto que este término abarca, y es posible que lo hagamos temiendo asumir que en ese «abrazo» nos encontramos, nosotros, como sociedad y como individuos, …”los protagonistas principales”…, sí o sí.

    “Plantamos”, entonces, nuestras “disquisiciones”, cuando no “sentencias” en discursos cortos, palabras estereotipadas, sin muchas veces tener idea clara del contenido de lo que manifestamos…porque no “sale de nosotros”.

    Todo, me parece, muy alejado de lo que podía indicar un intento de “reflexión”.

    El caso es que, esta forma de obviar un debate profundo sobre el “entramado social y económico” en el que desenvolvemos nuestras vidas, la de nuestros ascendientes y descendientes, no parece que esté siempre en función de una ignorancia profunda del mismo, o de una imposibilidad manifiesta de poder formarse y crecer al respecto.

    Conozco gente muy preparada, incapaz de quebrar su pensamiento ante el esbozo de una posibilidad más amplia del mismo, y gente “menos preparada”, a la que a la hora de tener más fácil el acceso de maneras y fuentes formativas, directamente se desligan de esa posibilidad.

    Es como si, en el fondo de todos nosotros, subyaciera un miedo más o menos consciente, a descubrir lo que, en realidad supone, nuestra manera de organizarnos en sociedad.

    Cuáles son los parámetros, a costa de qué cosas, y en qué tipo de entramados está sustentado el modelo que damos por hecho es el mejor posible para nosotros….y a quién o a quiénes definimos como “de los nuestros”.

    A nadie, o a muy pocos, creo, en charlas coloquiales, y también en la que no lo son tanto, se les ocurriría abordar, por ejemplo, el tema del “sexo”, proyecciones más allá del estereotipo consensuado (a veces el consenso se adapta al foro o al entorno donde se expone), al chascarrillo, o al uniformismo mediático profesional, o al formalismo de sectores “científicos” que se imponen al resto de la comunidad que recibe ese nombre, y que es lo que se divulga normalmente.

    Preguntarse por qué es tan sumamente perseguido su control y manipulación desde todos los estamentos que aspiran a mantener el poder, es plantearse que, tanto afirmar que se es propietario de lo que se desconoce, como que se debe obviar y sancionar, son posturas represoras.

    Y ambas están lejos de propiciar un conocimiento de la incidencia real de esa primera puerta abierta al hecho vida que supone todo lo concerniente al “sexo”.

    Su capacidad vitalizadora….o….al revés…de desvitalizar, la envergadura de su alcance.

    Respecto al “dinero”, me sorprendo , también a mí misma, cuando hablamos de él y lo hacemos dotándolo casi de consistencia real, de peso y de volumen.

    A partir de ciertas edades, y en nuestro modelo social se intenta que ya sea desde la escuela más temprana, tengo la impresión de que dedicamos gran parte de nuestra energía y capacidad cognitiva a…él.

    A la manera de conseguirlos, acumularlo, invertirlo, ahorrarlo…y lo hacemos con…monedas de poca monta, porque cuando adquieren una cantidad importante, se han de convertir en billetes “versus” papel, tarjetas de crédito “versus” plásticos”…y finalmente “entes virtuales” prácticamente….pero la dicha, la felicidad, la tranquilidad en nuestras vidas….depende de esos materiales.

    ¿En qué depositamos, finalmente, toda nuestra ilusión? ¿en vivir una vida sin “sobresaltos”, aunque en el fondo sepamos que adoramos las «rejas de nuestras cárceles», esas que realmente nos roban la posibilidad desplegar más “aptitudes”?.

    Ahí está “el poder”, el “poder” de generar entramados desde todos los aspectos que marquen y aprisionen nuestras posibilidades sensoriales…emocionales, que no salgan del pozo del inconsciente….que no se “descubran”.

    El problema es que un “poder”, sigue siéndolo, y con gran tranquilidad, cuando no solo es aceptado, sino ejercido los unos con los otros, vigilados y denunciados por las víctimas del mismo a aquéllos que pretendan no reconocerlo y romper los “consensos”.

    Demandamos cada vez más normas que sujeten bien los nudos, aunque nos asfixien como individuos, como sociedad.

    Y ¿cuál es el miedo?….Uno, al menos, es posible que sea el ser, de algún modo conscientes, de que, todo nuestro rimbombante modelo socioeconómico, tiene una base de…arenas movedizas.

  2. Sedente dice:

    Pues sí. Así es.

    Preguntan si estamos preparados para un apocalipsis zombi. Y nos echamos las manos a la cabeza pensando que han perdido la razón y la cordura. Pero en verdad estamos rodeados de zombis. Somos nosotros.
    Zombis muertos en vida. Sin hacer nada si no es por un triste billete. Esclavos de esta forma de vida y presas de nuestras avaricias y codicias. Víctimas de nuestro modo de vida.

    De vez en cuando nos entra el arrebato y la pataleta y salimos a gritar o a hacer, pero pronto volvemos a nuestras casas hechas con la codicia y la mezquindad, con la avaricia de nuestras manos. Volvemos a nuestra patética forma de vida basada en la mentira y la farsa esclavista.

    Damos y hacemos con nuestras manos las mejores cosas para aquellos que sabemos nos engañan y acumulan riquezas y poder de forma insolidaria y desmedida, y a los que son como nosotros o están más necesitados que nosotros, los más, los apartamos como hace el que tiene poder con nosotros, pensando que somos como ellos o que un día lo seremos. Un esclavista.
    Y les tratamos con bajeza moral y les damos lo peor y, por el contrario, lo mejor se lo damos al que nos esclaviza.

    Y hay quienes lo niegan, pero la verdad es que somos esclavos criando futuros esclavos. Y seguimos generación tras generación pasando la pelota a la siguiente. Por cobardía. Por no querer tener la responsabilidad humana que deberíamos tener. Por no afrontarla. Por no cambiarla.

    Por vivir agazapados como conejos en lugar de como hombres.

    Por vivir como conejos manipulados y mezquinos en lugar de vivir como humanos y reyes del mundo.

    Una pena.

    1. Inés dice:

      Que no que no querido señor, que siempre hay muchos que cantan algún » The logical song»
      «https://www.youtube.com/watch?v=HYD_PfYD8qs

      pero una cosita, los humanos no hemos sido ni seremos los reyes del mundo, o somos mundo o no somos.
      Toda la historia transcendente del hombre está en su capacidad de conmoverse y no hay más. Pues la vida, a cualquier edad, sigue siendo un milagro! un milagro bello. Por eso no todo, pero algunas cosas cobran sentido; cobran sentido las alegrias y las penas del vivir. Eso es todo lo que podemos aportar.
      No importa quienes somos o hemos sido, importa lo que vamos siendo. Importa no perder nunca el sentío.

      1. Sedente dice:

        No sé muy bien a qué se refiere. Ya decía en mi mal estructurado y pésimamente escrito texto que «había quienes negaban» que somos esclavos y vivimos como esclavos.

        Evidentemente, y espero que que así se halla entendido, cualquier generalización es un error como concepto puesto que existen multitud de diferentes situaciones para todos los que poblamos este mundo, haciendo que cualquier maldad esté repartida de forma temporal y puntual entre unos y otros de igual modo que cualquier bondad puede florecer en cualquier punto y momento.

        Pero eso no contradice que nuestro modo de vida sea ya un equívoco y un error y tampoco contradice que la vida, por sí, sea un milagro o maravillosa a cualquier edad, como muy bien Usted dice.

        Vivimos anclados en conceptos sobre las posesiones, el dinero y el trabajo que distan mucho de ser ideales. No sé si me habrá visto decir en alguna ocasión por aquí que la riqueza reside en el corazón de las gentes y en su voluntad y es con ella con la que se fabrican las cosas. Los sueños que pensamos se fabrican con nuestras manos, señora.
        Con nuestras manos y nuestra cabeza lo fabricamos todo.

        Todo esto que nos rodea lo hemos hecho nosotros. Esta forma de vida y de ser y de comportarnos la hemos hecho nosotros.
        La hemos tallado y pulido a base de cincel y martillo durante siglos de historia de humanidad. Desde los sueños y las ideas hasta el hacerlo.
        Y esto es lo que hemos hecho.
        La forma en la que trabajamos, las diferencias sociales, la mala repartición de las riquezas, la muerte de miles de niños por hambre, el desapego que tenemos hacia otras razas que son familia nuestra (y luego se ponen a buscar extraterrestres, pero en fin…), el levantar muros, el elegir a nuestros gobernantes, el cerrar las puertas con mil cerrojos, el taparnos, cubrirnos, escondernos, camuflarnos, engañar y todas las demás cosas que Usted pueda imaginar o pensar son cosas que las hemos hecho nosotros con nuestras manos y nuestras ideas.
        ¿Acaso no querría que las cosas fueran de otro modo a como son ahora?
        ¿Acaso, Usted que muy bien dice que la vida es maravillosa, no desearía que en verdad lo fuera no solo dentro del cuerpo y en sí mismo como vida sin no para todos en un mundo que nos ha dado la vida y el sustento necesario para vivirla?

        ¿Por qué entonces no lo hacemos?
        Del mismo modo que hemos hecho todas las otras cosas, ¿por qué no hacemos que todo esto sea en verdad el lugar que merece ser?
        Un sitio maravilloso ¿?

        Pues porque como he muy mal intentado decir, vivimos cobardes y mezquinos y miserables de nuestros propios temporales y puntuales males, aunque poseamos nuestros puntuales y temporales bondades.

        Los jardines, las mansiones, los toboganes de felicidad en esta vida los fabricamos, los hacemos nosotros con nuestras manos y nuestro corazón y voluntad. Con nuestro cariño y amor. Pero todas esas cosas creemos que cuestan dinero y no es así.
        Todo lo tenemos bajo nuestros pies y alrededor nuestro.
        Todo lo tenemos en nosotros mismos, pero actuamos cobardemente y vivimos así como vivimos.

        Dice Usted que no somos reyes ni lo seremos.

        Yo le digo que siempre lo hemos sido pero nos avergüenza reconocerlo.
        Por todo lo que hemos hecho.
        Por todos nuestros pecados y males puntuales y temporales. Por todas nuestras bajezas morales rechazamos el ser reyes cuando en verdad lo somos, y lo demostramos a cada paso y acción y pensamiento que así somos.
        Reyes de la creación en todos los sentidos.
        El sentido señora, el sentido de la vida está en nuestro Ser.

        Ya hablé de eso hace mucho. Esa mochila se me clava en la espalda y sus cintas las llevo marcadas en los hombros cual yugo.
        Pero nadie quiere hablar de ello. Nadie quiere gritarlo.
        El sentido lo llevamos en nuestro Ser como Somos. El Sentido de la Vida, señora.

        Impulsados por el aliento de la vida que ha hecho crecer todos los árboles con sus semillas.
        El aliento que ha impulsado el sentido de nuestra vida. Como reyes y dueños y señores de este mundo que hacemos cada día.

        Yo no quiero que sea como es ahora.
        Yo quiero que sea maravilloso vivir. Como Usted. Igual que Usted.

        Y cada día me levanto desde hace muchos años atrás, más de veinte, intentando cambiarlo y buscando y mejorarlo. Intentando imaginarlo.
        Imaginarlo mejor y maravilloso. Hecho con nuestra manos de igual modo que hemos hecho lo que ahora nos circunda.

        Yo no soy el niño que pisa castillos de arena en la playa.
        Yo soy el que los hace.

        1. Inés dice:

          No, Señor Sedente, no nos entendemos. Pues en mi modesta opinión tenemos que dejar de fabricar cosas, que es que tantas cosas ya no caben, y no hacer ningún castillo más ni de arena ni de hormigón, que lo que hay que hacer es repartir los espacios que tenemos. Yo no soy ninguna reina, ni creo que el hombre es el rey de la creación. Sí somos los responsables de nuestro destino, todos. Pero quizás sea ese el reto nuestro y de las siguientes generaciones, seguir reflexionado en espacios comunes sobre si podemos o no podemos dejar de estar sujetos a la alienación imperante e intentar otras formas de vivir más enriquecedoras que sumen de verdad y no sean Sumos. Genial artículo.

          1. Sedente dice:

            Sí, parece que no nos entendemos y sin embargo hablamos con palabras muy parecidas.
            Imagine lo difícil que puede ser entenderse con una persona de otro color y que habla un idioma desconocido.
            Aún así lo hemos hecho.

            Vamos a ver si lo conseguimos en este caso.

            Dice Usted que «en su modesta opinión tenemos que dejar de fabricar cosas». ¿A qué cosas se refiere?
            ¿No hay que fabricar ni hacer nada más que repartir lo que ya está hecho, como dice?
            Se refiere, ¿en nuestro país?, ¿en nuestro continente?, ¿en el mundo?

            ¿Aquellos que están viviendo en barracones o a cielo raso por todas partes del mundo deben permanecer así, o les tenemos que enviar nuestras casas o debemos invitarles a todos ellos a que vengan a ocupar las «mezquinas y miserables» casas que hemos construido en nuestras ciudades con el sistema económico que tenemos y que nos cuestan una vida entera de trabajo pagarlas cuando en realidad se hacen en pocos meses y con unas cuantas decenas de personas?

            No entiendo muy bien a que se refiere.
            ¿Debemos dejar de construir hormigón, como dice, y hierro para que no hallan más ferrocarriles ni más vías de comunicación entre la gente del mundo?
            ¿Debemos dejar de construir ordenadores para que la gente que no puede comunicarse no lo haga?
            ¿Hay suficientes para todos los que quieren?
            ¿Debemos dejar de fabricar televisores para que la gente no vea la televisión?
            ¿Y los libros?
            ¿Los podemos fabricar?
            ¿Podemos pensar y soñar y hacer castillos en la arena?

            Parece que no, que le molesta que los niños hagan castillos en la arena con su imaginación y sus manos.

            Usted me inserta un vídeo de Supertramp y yo le saco a colación una frase de una canción de Juan Manuel Serrat que dice: «niño, deja ya de joder con la pelota».
            ¿Eso es lo que quiere?

            No lo sé.

            ¿Quiere que el niño no sueñe, no piense y no haga nada?¿Que no construya pues el consumismo es malo?
            Si que es malo, sí.

            Y el niño que construye castillos de arena en la playa también es malo. Es molesto y cansino y otras personas puedan tropezar con su castillo.
            Le entiendo.

            Todo es malo y bueno. Es difícil entenderlo y verlo, pero es así.
            Todo es malo y bueno según para quién en según que momento.

            Si Usted fuera un bebé esto no le parecía ni una cosa ni otra. Le daría enteramente igual.
            Pero si fuera un anciano que está postrado en la cama de un hospital y viene alguien y le dice: «mire, no puedo darle su medicamento porque se ha dejado de fabricar. Ya no se fabrican medicamentos, ni microscopios para investigar, ni probetas ni matraces ni cristal ni nada de nada.

            Entonces, seguramente, ya no le daría igual.

            Dice Usted que «no es ninguna reina».
            No quiere serlo o reconocerlo, pero lo es.

            Usted es una reina y reina sobre su mundo como poco después reconoce al decir que «somos responsables de nuestro destino».
            Su mundo, estimada Señora, lo tiene bajo sus pies.
            Usted reina sobre él y no hay nada más y nada menos que un mundo entero a sus pies y un universo entero que lo contiene. Usted está en el mismo centro de él.
            Y Usted, como todos los demás humanos estamos levantados sobre ellos, sobre nuestros pies, y a nuestros pies tenemos nuestro mundo.
            El que hemos hecho y seguiremos haciendo.
            Aunque le pese y no quiera reconocerlo.

            Pero quizá debería darse cuenta que por mucha humildad que quiera demostrar y por mucha buena voluntad que quiera poner en lo que halla hecho y haga el resto de su vida, el mundo seguirá estando a sus pies y Usted reinará sobre ese mundo. Sobre lo que quiera y sobre a lo que su voluntad le lleve.

            Yo le digo que ya no es momento de reflexionar. Ese tiempo ya pasó y no se sabe si volverá. Ya no es tiempo de monasterios, ni de claustros, ni de retiros espirituales.
            Es tiempo de hacer. Aunque le duela.
            Y se han de hacer tantas cosas que algunos prefieren decir que no hay que hacer nada.

            Pero como la sutileza del pensamiento y de todas las cosas de este mundo es como es, quizá yo le parezca un Sumo también. Puede que tenga Usted razón.
            Un Sumo al que todos quieren sacar del círculo pues es un pesado y grande y molesto y pedante pues se puso como seudónimo Sedente. ¡Qué pedante!
            A poco de llegar aquí me menospreciaron llamándome «excedente», no sin alguna razón pues ya ve que tiendo a excederme en la longitud de mis comentarios cuando así creo que requiere la situación, también se han referido a mí como «sedentes», no sé si por un error al teclear o por un acompañado menosprecio al referirse a mí. Algunos me han exhortado a que deje de escribir aquí directamente diciéndome que «aquí no pintaba nada». Hasta han tratado con bajeza una pequeña elegía que escribí sobre mi padre.
            Ya ve.
            Parece que nadie sabe o quiere ver al paciente y lo paciente en el estar sentado o sedente.
            Cualquier cosa que diga parece estar sujeta a la polémica, por más que se verdad.

            Y siento excederme, de nuevo

            Sin más, un cordial saludo.

          2. Sedente dice:

            Perdón por la errata sobre el verbo haber escribiendo «hallan» en lugar de «hayan» y por la falta de una «a» en una de las últimas frases donde debería decir «por más que sea verdad».

  3. pilar dice:

    El artículo me ha impactado.
    A medida que he ido leyendo, mi perplejidad disminuía. Un atisbo de «la gran mentira» en que estamos inmersos .Tan evidente que se nos escapa. .

    Me parece un privilegio el ir adquiriendo consciencia de ello. Y, una responsabilidad para con los menores y no tan menores, hijos , nietos, amigos..el aprender a vivir transmitiéndolo.

  4. Carlos Peiró Ripoll dice:

    Sí Pilar, el mundo en el que vivimos es bastante así. La sociedad de consumo te subroga un rol que, quieras o no, habrás de jugar y del cual no te podrás soslayar.

    En el artículo no se pretende hacer un análisis economicista de esta realidad, pues ya reconozco de antemano en el texto que soy profano en la materia y no me gusta hablar de lo que no sé. En cambio, pretende aletar de los aspectos psicosociales de esta nueva realidad que pasa demasiado desapercibida especialmente en el ámbito educativo y familiar.

    Los adultos, entendiendo que todos los somos una vez que hemos dejado atrás la adolescencia, en mayor o menor medida adquirimos consciencia de nuestros actos, y las elecciones sobre nuestras vidas las hacemos desde la capacidad de decisión consciente, y por tanto estamos realizando un acto volitivo personal. Esta capacidad no la tienen los menores, pues la infancia y primera juventud, son estadíos transitorios y provisionales del desarrollo de la identidad, y están principalmente sujetos a la necesidad primordial del crecimiento, y por tanto tienen una dependencia bastante alta de los demás y el entorno en el que viven.

    En ese sentido suscribo especialmente tu preocupación sobre tus nietos, que están viviendo y se van a desarrollar dentro de una realidad fuertemente consumista, con sus ventajas e inconvenientes. Este tema ya se trató en un artículo anterior: http://www.otraspoliticas.com/psicologia/conduciendo-en-direccion-contraria-2/

    Entre los inconvenientes se puede destacar el efecto de «fagocitación» que el consumo produce en los menores, entendido como el acto de «usar y tirar» rápidamente los objetos y juegos que al poco de utilizarlos no alcanzan el nivel de excitación interna deseado, y pasan al cajón de lo inservible.

    Desde la neuropsicología evolutiva, hace tiempo que se destaca la importancia en el desarrollo de la estimulación, la temprana y la tardía, y entiendo que somos una sociedad privilegiada en este sentido, y más si lo comparamos con otras con muchas menos posibilidades. Pero cuando el propósito es solo la estimulación, sin que se le acompañe la exploración, manipulación, manejo, diversificación y conocimiento de los objetos y los juegos, se cae indefectiblemente en el efecto negativo de un uso exclusivamente «excitante» de ellos. Un ejemplo de esto son los juegos clásicos de las video-consolas, que aportan poco más que el entretenimiento del menor, sin ofrecer otras alternativas diferentes. Con esto solo tenemos niños que lo tienden a vivir todo desde la excitación ( o no), de las experiencias que van jalonando sus vidas, convirtiendo todo acto en un permanente deseo excitatorio, desechando cualquier otra sensación interna que no se base en la alteración del sistema neurovegetativo.

    Visto así, muchos fenómenos que se dan en la vida de los menores y que producen fuentes de noticias extremas en los medios de comunicación, adquieren un sentido diferente con el que se los suele ver.

    Por mi parte, en lo que a mi entorno se refiere, trato de darle sentidos diferentes a las acciones que los menores llevan a cabo. Observo con gusto el esfuerzo que realizan para conseguir un logro en los juegos que hacen, les jaleo cuando consiguen dar un paso adelante mediante sus impulsos, me agrada cuando van descubriendo y consolidando sus comptencias y destrezas, y siempre haciéndoles sentir la importancia de crecer. Pero también trato de que acepten las frustraciones para que no caigan en el desencanto, la desilusión o incluso la infantil deseperación, que asuman que los fracasos forman parte del juego de la vida y son el final de un intento pero el inicio de uno nuevo, y que exploren otras formas de conseguir lo que buscan desde la aceptación de sus propios límites.

    En fin, que estoy contigo en que la sociedad de consumo exige una educación específica para que los menores no caigan en sus peligros y vicios. No puedo dejar de mencionar a un buen amigo que ante la Feria Global del Consumo que supone todos los años las Navidades para los niños, decía: «Un regalo para tu diversión, otro para tu crecimiento y desarrollo, y el tercero para que se lo obsequies a quien no lo va a poder recibir».

    Un cordial saludo,

  5. Alicia dice:

    El domingo he visto esta película.
    http://www.lamanoinvisiblelapelicula.com/
    Es lenta, y aburrida, pero aunque parezca contradictorio, también muy interesante. La recomiendo.

  6. Inés dice:

    El autor en su texto, habla principalmente de la responsabilidad de guía que tenemos los adultos frente a cómo, porqué y para qué es importante, primero, entender ese paso esencial biológico y existencial que es la adolescencia en el que toda la sociedad, desde padres, abuelos, educadores, amistades,..podemos o no acompañar. De frente a ellos, el constructo capitalista que agoniza pero que ha calado fuerte en los seres más vulnerables – pues están en transformación- y se pierden – muchos se pasan el día sólos no comen bien y están cansados-y tienen otros ritmos y no quieren madurar etc…
    El debate no es por lo tanto personalista, sólo quería recalcar que todo el mundo es válido y que la experiencia de vida que se transmite desde vivencias maduras de edad en la que siempre se tiene algo que aportar es importante para todos. Intentaba decirle que hay demasiado ruido, pero que un paseo interior o uno exterior, simplemente en la escucha, es como un bálsamo, que la desesperación de la que no nos salvamos nadie, en algún momento, sólo nos autoflajela y que la vida siempre nos regala momentos gratis y únicos. No pretendo enseñarle nada si acaso a Christian Bobin por si tiene la oportunidad de leer algo de él. Me guardo todo lo demás, y le doy las gracias no sin decirle que nadie, absolutamente nadie es prescindible. In «the logical song» me interesaba la música pero también la letra, busqué que estuviera traducida para que la leyera.

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