La reciente convulsión social a cuenta de los problemas suscitados con Vinicius Jr. en un partido de fútbol en el que el equipo anfitrión, un clásico de la primera división nacional, se jugaba puntos importantes para la permanencia en la categoría, ha generado una auténtica conmoción en algo, por lo visto, tan esencial en nuestra sociedad como es el fútbol. Esencial porque, por lo menos, un millón de ciudadanos asisten todos los fines de semana a estos rituales colectivos llamados partidos de fútbol. Algo fundamental debe tener para que tamaña cantidad de individuos se convoquen a ellos, mientras los foros de poesía apenas cuentan con un pequeño puñado de seguidores.
“Se podría hacer un auténtico desglose de la manera en que estos amalgaman los sentires animistas de las poblaciones a las que representan.”
El indicativo de junior en su denominación quizás refleje bien, y aún se podría rebajar aún un poco más, el torpe, infantil y desproporcionado manejo emocional que el jugador tiene respecto al carácter de lucha, enfrentamiento y rivalidad que son intrínsecos a un partido de fútbol, en el que la psicología del combate, la victoria y la derrota están presentes de forma constante en las lides -”encuentros” también se les llama-.
El intuitivo concepto de “alma colectiva” se refleja con cierta nitidez en los diferentes clubs que conforman las competiciones nacionales y continentales. Se podría hacer un auténtico desglose de la manera en que estos amalgaman los sentires animistas de las poblaciones a las que representan, y en la que sus seguidores se ven reflejados. Una tesis de psicología social basada, por ejemplo, en los lemas de equipos de aquí como el “Y nada más”, el “Más que un club”, el “Nunca se rinde”, el “Un equipo de verdad”, o el “Un equipo de primera”.
“El subconsciente colectivo encuentra en determinadas formas de encarar la actividad futbolística el reflejo de su propia naturaleza colectiva, siempre en relación con su propia subsistencia.”
En todos ellos se observa como rasgo común la idea de superioridad, de lucha, de enfrentamientos extremos y de colectividad, que unifica y converge a un conjunto de personas frente al resto. Una convocatoria de autoafirmación colectiva hacia el triunfo y de batalla ante la amenaza exterior, disimulada en un aparente juego inocuo de insignificante relevancia como es el fútbol. Una vivenciación conjunta de supremacismo que calma la preocupación obsesiva por la subsistencia, en la que perder es premonitorio de morir o desaparecer.
Pero no solo hay unas singularidades por clubs, sino las hay a su vez por naciones y paises, que aunque se manifiestan con más claridad en las selecciones nacionales, también están presentes en los clubs más representativos de cada nación, o dicho de otra forma, el subconsciente colectivo encuentra en determinadas formas de encarar la actividad futbolística el reflejo de su propia naturaleza colectiva, siempre en relación con su propia subsistencia. Dinámicas de proyección e introyección por doquier.
“Nacionalismo, supremacismo, racismo, etc. no son más que ramas diferentes de un mismo árbol étnicista, de cada cual penden poblaciones distintas aunque compartan similitudes.”
El ya más que clásico ensayo del sociólogo alemán Max Weber “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” de principios de siglo pasado, vinculaba las estructuras económicas y los principios religiosos, analizando calvinismo, luteranismo, pietismo, metodistas y bautistas, y sus consecuencias en el mundo del trabajo, el poder, el dinero y la economía. De una forma similar se pueden analizar las naciones con la manera de vivir el fútbol, obervándose comportamientos étnicos característicos.
Nacionalismo, supremacismo, racismo, etc. no son más que ramas diferentes de un mismo árbol étnicista, de cada cual penden poblaciones distintas aunque compartan similitudes. Y en lo que a nosotros como nación compete, hay varias características singulares de la rama en la que estamos colgados fabulando nuestra supervivencia terrenal, y nuestro afán territorial.
“Pero si algo nos define mejor es la ingente, masiva y constante capacidad para “tocar las pelotas”. No hay placer mayor para el ciudadano que meterse con el de enfrente, el vecino, el jefe o el lucero del alba.”
Sobre ello, evidencias constantes nos llevan a pensar en unas particularidades identitarias que señalan a la división en frentes duales -a modo de prosistema vs antisistema, o centralismo vs periferia-, a los nudos gordianos indisolubles de tradición mesiánica frente a progreso, y a culpabilismo atormentado o inocencia buenista -la facilidad con la que la leyenda negra extranjera ha sido y sigue siendo asumida por la ciudadanía, es a estos efectos paradigmática-.
Pero si algo nos define mejor es la ingente, masiva y constante capacidad para “tocar las pelotas”, y que se me perdone la expresión. No hay placer mayor para el ciudadano que meterse con el de enfrente, el vecino, el jefe o el lucero del alba. Una forma de satisfacción que requiere de cierta creatividad para encontrar el defecto, el lado débil o el flanco por el que entrar a criticar o a vilipendiar al sujeto de tus impulsos irracionales irrefrenables.
Si le molesta que critiquen su indumentaria, ahí lo tienes. Si algún defecto físico o psíquico, no hay más que hablar porque me lo das servido. Si algún bien, riqueza o estatus, mejor me lo pones para atacar. Si tienes éxito, no hay mejor manera por los pecados que habras cometido aunque me los tenga que inventar, y si has fracasado por eso mismo y ya no le tengo que dar más vueltas. Habrá que ver si toda esta compulsión es reprimida, sancionada o prohibida, donde irá a buscar el energúmeno etnicista el lugar en el que dar salida a su mala baba.
No es racismo exactamente lo sucedido, se trata de nuestra gran compulsión patriótica, el Tocapelotismo, en este caso por el color de la piel. Porque el chico no se acaba de enterar de la envidia que provoca, ni acaba de dejar de hacer cosas para que esta se provoque, de manera infantil e inconsciente, como lo son la mayoría de las personas que siguen ese juego tanto en favor como en contra, pues para eso mismo han comprado su costosa entrada en ese tribal Circo romano moderno. Y lo más grave, no se acaba de enterar que está en España.
Y algún día, cuando el otro espectáculo circense de las elecciones termine, podríamos hablar del primo pequeño del tocapelotismo: el porculismo nacional.
El caso Vinicius Jr, o el intento de dar luz en España como en el mundo anglosajón, a los Black Lives Matter, grupo creado, impulsado y protegido por los globalistas (Soros y compañía). Que los jugadores rindan pleitesía e hinquen sumisamente la rodilla en el césped antes de jugar el partido. Sería vergonzoso.
La «Psicología de las masas» es un fenómeno analizado en su día por Gustave Le Bon, como la pérdida de identidad propia para asumir la del grupo, la de la masa.
Es perfectamente aplicable al mundo del fútbol en este caso, pero puede extrapolarse a cualquier otro ámbito que suponga «seguridad» colectiva y responde a las conductas animales gregarias de protección. Con sus machos alfa (los ídolos) y quienes darían cualquier cosa por un simple «selfie» con ellos.
La idolatría con que miles de personas se congregan para vitorear o aplaudir a los «famosos» (vía medios de comunicación) es un fenómeno peculiar por su falta de racionalidad y muchas veces de simple estupidez colectiva.
En todo caso, estamos asistiendo a la manipulación emotiva (lo llaman ingeniería social) de quienes siempre esperan que los demás sean sus modelos o patrones referentes ante la vacuidad de sus vidas.
Un saludo.
Los ultras del fútbol son unos aficionados en lo que a tocar las pelotas se refiere .Los verdaderos profesionales hay que buscarlos en el campo de la política y España es una potencia mundial en políticos tocapelotas . Solo hay que ver algunos equipos de gobierno autonómicos , como Bildu ( no toca las pelotas que unos terroristas formen gobierno con nuestros impuestos ) o como los separatistas catalanes y sus pretensiones de conformar un nuevo reino ,con valencia y no sé cuántos países » catalanes » más .Eso no es tocapelotismo ? Porque si no se han enterado España ya es un reino que ha costado mucha sangre sudor y lágrimas . También tenemos partidos políticos que hacen leyes solo y únicamente para tocar las pelotas , no hace falta enumerar
Lo dicho los hinchas del fútbol,unos aficionados si los comparamos con los verdaderos tocapelotas profesionales de la política que además de disfrutar con lo que hacen cobran un pastizal .
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