La sociedad está aburrida,
¿quién la desaburrirá?,
El desaburridador que la desaburra
gran negocio hará
(Dicho popular. S. XXI)
Están los niños asombrados y confusos, pues en las últimas semanas han podido contemplar como un equipo de fútbol congregaba a decenas de miles de seguidores para seguir el trayecto por la capital hacia su estadio celebrando el triunfo de su sempiterna Champions League. Sumándolo a la cita que una cantante famosa tiene con también decenas de miles de sus admiradores que contrata un enorme y moderno estadio de fútbol para dar cabida a tan ingente masa de personas. Y para echarle más picante al impacto en sus pensamientos, se le añade que pocas semanas antes un crucero mastodóntico que puede albergar casi a diez mil personas, llegaba a un puesto español para hacer unas necesarias reparaciones.
“Se preguntarán si hacer eso formará parte de la existencia que les va a tocar vivir pasados unos pocos años.”
Supongo que los niños se preguntarán qué clase de satisfacción se encuentra en esa celebración futbolera para que toda una ciudad se vuelque de esa manera. Igual hasta piensan si ellos deberían de alegrarse de la forma en que lo están haciendo sus vecinos y semejantes, en cuyo caso, tendrán que preparar y adecuar sus emociones para que tamañas sensaciones copen la totalidad de sus tiernos seres.
Probablemente a estos niños les gustan las músicas, los ritmos y los bailes, con los que a veces pasan el tiempo divirtiéndose con movimientos graciosos y cabriolas imposibles, pero probablemente se cuestionarán el por qué tanta gente utiliza su tiempo, muchas veces haciendo cola durante días, para disfrutar unas pocas horas con sus cantantes favoritos. Se preguntarán si hacer eso formará parte de la existencia que les va a tocar vivir pasados unos pocos años.
“Son los primeros que se apuntan entusiasmados a cualquier actividad nueva, atractiva y aventurera, pues al fin y al cabo no dejan de ser ellos mismos nuevos, atractivos y sumergidos en la aventura.”
También se quedan estupefactos de cómo miles de personas se hacinan en alta mar en un mega barco gigante, lleno de atracciones y estimulantes actividades concienzudamente preparadas, para el disfrute de sus pasajeros en travesías por las aguas del planeta. Y dirán si estas diversiones serán a las que están impelidos a vivir cuando alcancen la edad correspondiente.
“Su capacidad de introspección será tan escasa y poco frecuentada que se verán obligados a referenciarse en ídolos baldíos y superficiales…”
Aunque el aburrimiento, entendido como ausencia de elementos estimulantes, también está muy presente en la infancia, casi siempre es consecuencia de la restricción de recursos a la que están condenados por causa de su edad y limitaciones, y no de ninguna clase de elección. Son los primeros que se apuntan entusiasmados a cualquier actividad nueva, atractiva y aventurera, pues al fin y al cabo no dejan de ser ellos mismos nuevos, atractivos y sumergidos en la aventura. Y es que aún no han “entendido” el juego colectivo al que la sociedad les va a someter con sus sutiles formas de esclavitud, caracterizados por el inagotable, imparable y voraz consumismo del mundo que les rodea, que se frota las manos con el inmenso negocio que se ha montado, que, lejos de frenarse, no para de crecer en sus diferentes modos y maneras.
En cambio, les costará reconocer y percibir adecuadamente sus sentimientos y emociones, y muchas veces no sabrán que tienen que hacer con ellos y en qué dirección encauzarlos adecuadamente. No encontrarán las palabras con las que definir sus vivencias y los matices que los acompañan, por los que los impulsos que sienten estarán a merced de cualquier pensamiento disparatado que se les ocurra. Su capacidad de introspección será tan escasa y poco frecuentada que se verán obligados a referenciarse en ídolos baldíos y superficiales, con los que sus “iguales” constantemente lo hacen, olvidándose pronto de su singularidad. Serán objeto de mensajes bienintencionados y con los que ir creando un buenismo voluntarioso, que carente del poso de reflexión y análisis propio, adquirirá la condición de doctrina y de creencias dogmáticas que nunca les serán útiles para avanzar en las sucesivas crisis vitales por las que tendrán que atravesar.
“El moderno juego de variar los escenarios como forma de engañar a todos los que alguna vez soñaron con que podía modificarse la escena.”
Sin darse casi ni cuenta, engrosarán las listas de los millones de aburridos que siguen y siguen deambulando por doquier disimulando el profundo aburrimiento en el que han decidido meterse, e ir en burro a todos lados. Una sintonía burrifacética en que nunca acaba de distinguirse quien es quien de la estampa.
La zona de confort es el espacio al que progresivamente les van acercando, con el objeto de alcanzar el bienestar personal y social, con el que estas sociedades dopan constantemente a quienes han venido al mundo a transformarlo. El moderno juego de variar los escenarios como forma de engañar a todos los que alguna vez soñaron con que podía modificarse la escena. Porque, si no es eso, entonces qué es la vida señor Darwin.
El aburrimiento es la carencia de estímulos para que cada persona desarrolle su propia experiencia vital. Es un síntoma de ignorancia y vacío personal premeditado (nada es inocente) y prediseñado en el mundo de la ingeniería social. Y es también una forma más de dirigir sociedades anómicas y sin pulso real.
Cuando los incentivos son siempre materiales (económicos) en todo el ecosistema humano y los antiguos incentivos morales se han escapado por el desagüe, la única forma de encontrar sentido a lo que hacemos tiene que estar sostenida por el dinero.
En el plan antiguo, hace ya de eso unos cuantos años, la gente buscaba espontáneamente alicientes personales de todo tipo como contrapartida a actividades laborales poco satisfactorias. Hoy lo hace siguiendo las instrucciones de quienes les dice lo que tienen que hacer y nunca se les había ocurrido. Son obedientes y respetan las «citas previas», las programaciones a plazo, la incomodidad de viajes mal gestionados e incluso el que todo ello deban hacerlo bajo su responsabilidad a través de «juguetes» electrónicos cuyas entrañas y objetivos reales se nos escapan.
Todos ciudadanos aburridos que, paradójicamente, están llenos de «proyectos» banales que hacen bostezar.
Y corren de un lado para otro como aves sin cabeza (nunca mejor dicho) por imposiciones publicitarias anodinas, de espectáculos anodinos, de intérpretes muy mejorables, de comidas extrañas, de lugares vulgares y corrientes investidos de «atractivos turísticos»……
Son «La foule» que cantaba Edith Piaf. Las masas arrastradas a cualquier cosa para sentirse identificadas con algo..
Un saludo.