No sé si en este momento existe una intención dirigida a aislar a los seres humanos, pero si no la hay, parece igualmente perverso que todos los mensajes políticos y mediáticos (que es lo mismo), nos lleven a la conclusión de que es así como debemos vivir.
Las listas interminables de series recomendadas, pedirlo todo a domicilio, no reunirte con nadie por miedo al contagio, la educación a distancia y las video llamadas, entre otras muchas cosas, nos están llevando a percibir a los demás solamente como posibles contagiadores, como enemigos, como peligro, como el infierno (Sartre).
No es inofensivo lanzar mensajes de polarización permanente que fomentan más aún el aislamiento de cada grupo o individuo.
Y estas sospechas me surgen cuando compruebo que hoy existen más movimientos polarizadores que nunca. Ya no se trata solo de lo que conocemos: izquierda y derecha, católicos y ateos o feminismo y antifeminismo, ahora además entran con fuerza los antinatalistas (posición filosófica, política o demográfica contraria a la reproducción y el nacimiento de nuevos seres humanos), que plasman sus “valores” en los medios acusando a niños de ser supercontagiadores, a adolescentes de ser unos irresponsables, a ancianos de salir a la calle, con todo lo que estamos sacrificando por ellos, y a inmigrantes por abandonar su barrio para ir a trabajar. Todo esto refuerza la idea de que las personas, en su mayoría, son dañinas para la sociedad. Lo llaman “antinatalismo” pero, en mi nada humilde opinión, podrían llamarlo abiertamente “misantropía”.
Con más de un millón de muertes en el mundo desde el mes de marzo, los antinatalistas están de enhorabuena: ahora ya sí que cabemos todos en el planeta. En el metro no lo parece, pero con la inexistente distancia de seguridad entre viajeros en plena pandemia, es solo cuestión de tiempo. Lo más coherente que podría hacer un antinatalista para dejar hueco es suicidarse, pero ellos prefieren dar charlas de concienciación para explicarles a las familias por qué no deben tener hijos o por qué no deben tener más hijos. A los ricos creo que no se las dan. Pero a los pobres ya no se les permite ni el deseo de ser padres, que se jodan, haber nacido ricos. Supongo que el siguiente paso será esterilizarlos “por el bien de la tierra”.
No he conocido a nadie que sacrifique su deseo de tener hijos por el bien del planeta. Quienes abogan por no tener hijos por el bien del planeta, simplemente, nunca quisieron ser padres.
Animalistas, antinatalistas y ecologistas, a veces coinciden en situar la importancia de la naturaleza por encima de todo lo demás. Pero solo se refieren a la naturaleza bucólica, la del fondo de pantalla, sin caer en que nacer es el epítome de lo que se conoce como “naturaleza”. Procrear es naturaleza, y eso es bonito cuando son las ardillas quienes lo hacen, o las focas, o los gatitos, pero en los seres humanos es casi de mal gusto.
Los que aseguran que el planeta es más importante que las personas que lo habitan, definen al ser humano como “plaga”, pero con la boca pequeña, porque en realidad piensan que solo los demás lo son. Una plaga cuyas depreciables bacterias han pintado las Meninas, han escrito Annie Hall y las Soledades, han compuesto Blood On The Tracks y Astral Weeks, han dirigido Ciudadano Kane o han diseñado la catedral de Chartres.
Ese desprecio por el ser humano es un trastorno.
Al igual que hay un sector del feminismo que asegura que el hombre es siempre un violador en potencia, menos su padre y hermano, hay quien asegura que el ser humano es un cáncer para la tierra, menos ellos y sus amigos.
De nuevo aparece esa idea abstracta y perversa de “la gente”, de los demás. Parece que nos molesta que existan personas que no hemos elegido, personas que no son amigas nuestras, personas que piensan peor que nosotros. ¿Para qué sirve toda esa gente que no soy yo, ni mi entorno, ni mi director de cine favorito? ¿Para qué? Para molestar, para empacharse con los recursos naturales, para desperdiciar el agua con tonterías, para tirar desechos al contenedor equivocado… Esa chusma sirve para tener hijos que gritan y pegan mocos en los bancos y, sobre todo, sirven para ensuciar nuestro concepto idílico de lo que debería ser el mundo.
¿Quién os dijo que el mundo era un lugar bonito y justo que algunos están maltratando? ¿Cómo de naif y arrogante hay que ser para creer que debes cambiar las reglas según tu criterio personal sin tener en cuenta el de nadie más? El mundo fue siempre un lugar cruel, terrible, lleno de miseria, egoísmo, enfermedades, torturas, guerras y locura. No es una mierda porque haya gente que no te gusta, fue una mierda siempre en el que también hay lugar para los héroes, para los artistas, para los altruistas, para los que nos hacen reír, para los que cuidan de los demás, para los valientes que viven instalados en el espíritu de aventura que debería conllevar estar vivo.
Cuando un movimiento, el que sea, se atribuye la certeza de saber cómo conseguir un mundo mejor y poblado solo por buenas personas, está fallando en la premisa: Si te sobran seres humanos, ya no eres una buena persona.
Las imágenes de botellones, que estigmatizan a la gente joven como ya se hizo con nosotros y nuestros hijos, no son inocentes. No se publican fotos de jóvenes con mascarilla, ni apenas se menciona su entrada forzosa en esta “nueva normalidad” durante el momento más difícil de su vida, mientras buscan una luz que ilumine su desolador futuro. Esos jóvenes han sido despreciados en la pandemia y tratados como ineptos que se aburren con casi todo. Porque les hemos empujado desde pequeños a vivir dentro de una pantalla para que no nos molestaran, y ahora lo que nos molesta es que solo quieran vivir dentro de una pantalla.
No todos los que están ahí fuera, en las calles, en las terrazas y en los parques son unos irresponsables amenazando un sistema perfecto. También son niños cuya infancia no merece ser secuestrada, padres y madres que han pasado por encima del miedo (que no de la precaución) para acompañarlos en un momento que marcará sus vidas. Ancianos que prefieren arriesgar su salud a seguir viviendo en soledad y, cada vez más, en depresión. Personas cuyas trayectorias no conocemos y que quizás necesiten desesperadamente la risa en una terraza, el chascarrillo de un camarero, el consuelo de una amiga en un banco, un rayo de sol acariciando su cara o un paseo tranquilo por ciudades que agonizan.
Para los que carecen de comprensión lectora, no estoy negando el virus, ni el riesgo, ni la gravedad de lo que está sucediendo. No estoy animando a nadie a que pase de todo, a que vaya a lo suyo o a que se monte un botellón clandestino.
Solo creo que nos está faltando empatía con esa parte del mundo que nunca somos nosotros y que, convenientemente, ocupa páginas y minutos de informativos con alarmantes titulares sobre su incívico comportamiento.
Si los medios no se dedicaran a estigmatizar a los ciudadanos, quizás los ciudadanos no sentiríamos esa necesidad de cortar la mala hierba que, por lo visto, solo crece en el jardín de al lado. Esos hierbajos secos que nos estropean la vista desde nuestro bonito porche. Desde nuestra burbuja. Desde nuestro aislamiento, y (al tiempo), desde nuestra locura.
Bravo y gracias. Gracias por hacernos ver un poquito mejor.
Gracias querida Bárbara
Sencillamente genial tu artículo Bárbara. Precisamente has tocado la línea de flotación de lo que nos ocurre y hablas del importante fondo que hay detrás. Ya sabes que el Club de Roma en el año 1974 planteó sus «límites al crecimiento de la población» basado en cálculos teóricos y poco serios metodológicamente del importante MIT americano. Pues bien, seguimos en eso desde la filantropía mundial que dice que así seremos más felices. Huxley ya predijo que los nuevos sistemas autoritarios de poder, no utilizarían la coerción sino que, a través de sus grandes aparatos de propaganda, nos convencerían de que obedeciendo seríamos más felices….. Malos tiempos se avecinan para la libertad y para la vida. Un cordial saludo.
Buenas noches,
Es importante informarse antes de realizar apreciaciones sobre determinados colectivos, si bien solo por generalizar ya se cae en errores, el estar informado puede llevar a realizar apreciaciones más cercanas a la realidad.
Es llamativo como el artículo habla de la estigmatización de los medios a la vez que el mismo estigmatiza. Meter a animalistas, antinatalistas y ecologistas en el mismo saco (aunque solo sea a veces) no tiene ningún sentido conceptual.
La «naturaleza» obviamente no es un paraíso, claro, que tampoco ayuda la aportación de los seres humanos para que así fuese, y aunque sea imposible, o al menos improbable, por muchas Meninas o catedrales que tengamos, no justifica ni la destrucción progresiva de los ecosistemas y sus moradores, ni la crueldad a la que sometemos sistemáticamente a los animales. Que además, estúpidos somos, ya que son parte de nuestra historia y destino, y bien aprendemos a considerarlos, o poco dejaremos para las generaciones venideras.
Extraña oda la natalidad, sin futuro ni empatía, eso sí, los pocos que queden, podrá deleitarse con «Meat is murder» compuesta por «The Smiths» o «Sarcofagia» de Franco Battiato, y solo quizás los más afortunados, leer «El mundo y sus demonios» de Carl Sagan, aunque alomejor ya será tarde y no quede nada, solo catedrales en ruinas.
Un saludo
Sergio
En respuesta a Sergio, naturalmente que «muchas Meninas o catedrales que tengamos, no justifica ni la destrucción progresiva de los ecosistemas y sus moradores, ni la crueldad a la que sometemos sistemáticamente a los animales», no me parece que en ningún momento este artículo, apunte en esa dirección, ni se estigmatice a nadie. ¿Desde cuando es incompatible el cuidado y respeto por la naturaleza, con el aprecio por la vida, y la persona? No es lo mismo ecologismo, que ecología, la cual debería estar integrada en toda persona consciente, y desde luego, en cualquier ideología, porque el valor no es la ecología en sí, sino el cuidado y el respeto por todo lo que nos rodea, da igual cuantas patas tenga, si es verde, o si hace ruidos, o no, cuando se acaba con su vida. Desde luego el crecimiento exponencial del presente modelo de consumo voraz en el que vivimos, en nombre del progreso (no se sabe hacia donde), obliga a revisar infinidad de actitudes insostenibles, por parte de gobiernos e individuos. Lástima que en un mundo cada vez más complejo, aparezcan supuestas soluciones ya no simples, sino directamente infantiles; puede que la autora haya generalizado, que siempre tiene algo de injusto e inexacto, pero me temo que, como en tantas cuestiones hoy día, quizás solo se oiga a los más ruidosos y bocazas, pero desde estas corrientes nos llegan cada vez más ideas ilusorias, simples y delirantes, como cuando hablamos de los derechos de los animales, nada más lejos de la naturaleza que «los derechos», no hace falta recurrir a ello para dignificar la vida y el trato a los animales; o el supuesto paraíso del vegetarianismo ¿se imaginan lo que pasaría con la superficie forestal del planeta si todo fueran cultivos? La agricultura ya supuso la mayor transformación agresiva de la naturaleza, pero esto nos llevaría a otro debate, muy interesante, pero otro. En definitiva, el cuidado, el respeto, como el amor, son integradores y nunca excluyentes, si para cuidar de la naturaleza, tenemos que esperar y vocear la llegada del apocalípsis, y hacerlo en detrimento del ser humano, muy mal vamos. Felicidades por el magnífico artículo. Saludos.
Buenos días, Lafuente
Gracias por tu respuesta.
Sólo una pequeña puntualización, ya que algo que comenta es incorrecto. El consumo de carne utiliza más tierras agrícolas que el consumo directo de vegetales, actualmente más del 60% de estas tierras están dedicadas a cultivar vegetales para alimentar animales, especialmente llamativo la soja superando más del 90%. Tanto la OMS, como la ONu, y decenas de comités científicos apelan a una reducción drástica en nuestro consumo de carne, para dedicar estas tierras a cultivos de vegetales directos a alimentación humana.
Y no hablemos de consumo hídrico, un kilo de lenteja puede llevar un gasto de 50l de agua, un kilo de vaca más de 1000l.
Lo que comento es que no tiene nada que ver el animalismo, con la ecología y mucho menos con el antinatalismo. De hecho, los dos primeros no solo no estarían dentro de la misantropía, sino que gracias a ellos, y por supuesto otra infinidad de cosas, la existencia como especie de los seres humanos es más factible.
Un saludo.
Hola Sergio, gracias por tu pertinente precisión, quizás no me he explicado del todo bien, cuando hablo del vegetarianismo, me refiero a lo que supondría que toda la población mundial se convirtiera a este tipo de dieta.
Soy consciente de los muchos problemas y desequilibrios que causa el mantenimiento creciente de una población de ganado, destinada a surtir de carne para alimentación al mundo, pienso además que está claro, que el ritmo de vida actual, especialmente en los países más desarrollados, no necesita una aportación de proteína animal tan desaforada, véase el creciente problema de la obesidad, aunque éste está relacionado con muchos más factores que el consumo de carne, como el sedentarismo y la bollería industrial, entre muchas otras cosas.
Pienso que de nuevo, el principal problema está en la ingente e innecesaria producción en la industria alimentaria, absolutamente desaforada, porque no se produce lo que se necesita, sino muchísimo más, como si siempre hubiera que tener las despensas (de una pequeña parte de la población mundial) preparada para aguantar uno o dos años, como para una guerra. De nuevo nuestro modelo disfuncional de consumo desproporcionado, que más que alimentar a las personas, alimenta a la propia industria de alimentación. No es que el mundo dé suficientes recursos para alimentar a toda la población, es que lo hace con creces, pero no necesita este ritmo devastador, nada más que para vender, de nuevo nos damos con un problema de desigualdad en el reparto.
Conocemos las teorías demográficas de Malthus desde el SXVIII/XIX, y muchos otras que han ido surgiendo después, y que han ido señalando unas cifras tope de viabilidad, que se han ido una tras otra vez superando, sin que luego recibamos explicación de por qué no se han cumplido, como las profecías de los adivinos del fin del mundo.
No quiero decir que no haya un límite, necesariamente debe haberlo, pero teniendo en cuenta lo que acabo de señalar, antes de apelar al antinatalismo, y a una concepción desvalorizada del ser humano, me parece obligado poner todo el empeño en corregir el problema del reparto de recursos y los excesos de este modelo injusto e insostenible, cuya riqueza se sustenta en la pobreza de los menos desarrollados, a los que ya queremos, paternalistamente, negarles la elección de ser padres, ahorrándoles supuestamente años de evolución propia y a su ritmo, cuando los principales responsables del problema en cuestión, somos los países desarrollados y nuestro festín de consumo, que encima intentamos inocularles, para beneficio de nuestras propias boyantes empresas de todo tipo, y que no ha legado un mundo maravilloso precisamente.
El problema de la alimentación humana, me parece todo un desafío filosófico y existencial, de primera magnitud, un drama irresuelto, ya que me merece el mismo respeto la vida de una planta, o la de un animal, lo que es respetable es la vida, y el drama es no haber descubierto aún otra manera de alimentarnos que no pase por consumir otras vidas, aunque algunas no sean antropomórficas que podamos asociar más con nosotros, o no dispongan de un sistema nervioso como el de los animales, ya que no lo necesitan para ser lo que son, otra cosa es que estén dotadas del grado de conciencia que su naturaleza exija.
De momento dignificar la situación de los animales, me parece como mínimo de justicia, no es admisible el tipo de vida, trato, estabulación con el que hasta ahora, se ha dado por normal, que funcione la industria alimentaria, esa es una batalla absolutamente digna y urgente.
Algunos lo considerarán una tontería, pero en casi toda cultura, incluída la nuestra cristiana, se trataba de agradecer el sacrificio de los animales (y plantas) mediante rituales y liturgias previas y posteriores, es ése el sentido ya perdido de la bendición de la mesa, o de los carniceros/sacerdotes del islam y el judaísmo; yo personalmente, sí le doy importancia a la conciencia sobre nuestros actos, aunque, desde luego, eso no basta en este desbocado escenario actual.
Pongamos el foco antes sobre la actitud glotona y egoísta de nuestro modelo de consumo en general, y de la industria alimentaria en particular. Cualquier cuidado del planeta, no debe excluir al ser humano, que a fin de cuentas, es el único ser sobre la tierra, capaz de elegir voluntariamente, cuidar de los otros seres, y de todo lo que nos rodea, no solo actuar por instinto de supervivencia.
Viendo la historia, queda claro que la alimentación también está sometida a evolución, quién sabe si descubriremos maneras insospechadas de hacerlo en el futuro, para ello debemos vivir de una manera que no acabe con todo antes.
Gracias y saludos.
Apreciado Sergio
El problema de los cultivos y de los recursos dedicados a cultivos se dispara si añadimos el de las plantas que se usan para fabricar «ecocombustibles», todas esas plantaciones/deforestaciones dedicadas a caña de azucar/maiz.. para fabricar bioetanol.
Bioetanol que sólo y unicamente sale a cuenta porque está primado fiscalmente.
Hay petróleo y gas natural de sobra.
Hay estudios sobre centrales nucleares de sales Torio, mucho menos dañinos con el tiempo de vida media de los residuos radioactivos, paralizados.
El por qué estos temas son tabú. Cuando si se usara el petróleo y gas natural para lo que se ha usado siempre, en vez de biocombustibles mucho mas perjudiciales con el medio ambiente (mientras por otro lado hay personas pasando hambre) .. es un desatino que viene muy bien meintras nos entretenemos discutiendo los recursos que se usan para la carne (que en menor proporción que la actual sigue siendo necesaria en la dieta humana)
Mientras que en el medio largo plazo gran parte de los combustibles provenientes del petróleo/carbón /gas ( no todos pero si un gran numero), se podría sustituir por energía nuclear de menos contaminante. Sin acudir a molinos que mutilan pájaros y que son muy ineficientes o placas solares que sólo tienen sentido en lugares con muy baja densidad de población y poca industria.
Un cordial saludo
Por cierto, que todas las previsiones demográficas catastrofistas, ya desde los pasados años 50, sobre el límite viable para la supervivencia del ser humando sobre la tierra, se han ido superando con creces constantemente, y el hambre en el mundo ha descendido, y lo sigue haciendo; no quiero con esto despreciar la imprescindible tarea de reajuste que sería necesario acometer, si queremos vivir de un modo más sensato, sostenible y en mayor armonía y conocimiento de la naturaleza, de la que todos formamos parte. Me da que esto tiene más que ver con la calidad, que con la cantidad de seres humanos, ahí está la batalla importante.
Me gustaría, a raíz del debate suscitado, hacer un pequeño apunte.
A lo mejor estoy equivocada, pero…si se restringe, de forma drástica, el consumo de carne, cuyo aporte proteínico, estoy con Lafuente en ello, aún es necesario e insustituible, hoy por hoy, además de que donde más lo sufrirían sería en los países pobres, pues allí el consumo cárnico es menor y más cuidado, los animales “domesticados” para formar parte de las distintas ganaderías….¿qué ocurriría con ellos?.
Son morfológicamente muy diferentes de sus antepasados “salvajes”, de los que se suponen descienden.
Desde hace miles de años su existencia depende exclusivamente de la mano del hombre.
No pueden vivir “libres” en la Naturaleza, no están adaptados para buscar comida, protegerse a la “intemperie”, ni luchar contra “depredadores”…..
Es una inadaptación seguramente “genética” a estas alturas…creo.
Entonces…¿cuál sería su destino, ante una imposición drástica, que hiciera innecesaria su existencia, sin permitir una evolución más justa y coherente ante las verdaderas necesidades alimentarias del ser humano?.
Entiendo, como también apunta Lafuente en su comentario, que abordar ese tema incluiría tener en cuenta, toda la complejidad que abarcan los distintos tipos de sociedades y culturas, incluyendo la de la “glotonería” que parece es la que califica más a la nuestra, la de los países «desarrollados”.
Así mismo, también pienso que este planteamiento, muy simplista seguramente, no es más que uno de los muchísimos matices contradictorios sobrevenidos al tratar de “ideologizar” y hacer objeto de “adoctrinamiento” todos y cada uno se los retos a los que la Humanidad se va enfrentando en su desarrollo en la Tierra.
Esa tendencia, no hace más que empobrecer los análisis, la capacidad para ahondar en los eventos.
Empobrecimiento al que parece que nos “sometemos” con gran, “grandísima” facilidad.
Excelente y necesario artículo, mi muy querida Bárbara.
La carne ya se está produciendo artificialmente con técnicas de impresión de tejidos. Hace más de un año que esta técnica había resuelto la cuestión de la «impresión» del sistema circulatorio integrado en el tejido muscular y estaba comenzando a abordar la producción del sistema nervioso. Pronto veremos fábricas de muslitos de codorniz o filetes de ternera. Si recupero literatura sobre la cuestión la traeré a este hilo.
Es cierto que se están produciendo muchos progresos en la línea de la que Ud. habla, y en un futuro…ya no sé si más lejano que cercano, tal y como se están poniendo las cosas, es muy probable que las necesidades alimenticias del hombre hayan cambiado, porque también lo haya hecho él mismo en múltiples aspectos, por lo tanto las fuentes de alimentos, serán distintas también, no precisarán, a lo mejor, del sacrificio realizado de forma irreverente y despiadada a la que sometemos al mundo animal….y al vegetal también.
Sin embargo, para que esos avances sean efectivos y no solamente capaces de sustituir las proteínas biológicas que aporta la carne, sino de una producción a una escala en la que la población mundial tenga acceso, de forma justa y sin mercado, a ellos, creo que aún falta tiempo.
Hay que tener en cuenta que no solamente son los avances científicos en ese campo, sino todo lo que tanto su investigación, elaboración, producción y salida a los mercados conlleva.
Y conlleva muchos intereses de mercado, emporios financieros seguramente incluidos…
Mientras, no podemos justificar limitar el acceso a esa alimentación a la mayor parte de la población mundial, con la excusa de que hay otras formas «incipientes» de alimentación y «se está trabajando en ello…»
Un saludo
Completamente de acuerdo, apreciada Loli. Tardará, pero quizás no tanto.
El texto que sigue–novela de ficción escrita por el biólogo especializado Juan Llopis– explica la situación presente y futura.
Un saludo
Athanatos (Inmortales). Juan Llopis. Kolima Books. 2019
Muchas gracias ..tomo nota del libro
Un saludo
No sé si el comentarista Sergio ha escrito aquí con la intención de desviar deliberadamente y desde el principio la atención del tema del artículo de Bárbara -espléndido, no puede ser más actual ni la reflexión más urgente-, sólo pretendía demostrar cuánto sabe o simplemente convencer a base de golpe de porque yo lo valgo. Y aunque haya conseguido despistar y enredar en las razones de sus “ismos” a todos los comentaristas que le han respondido, no le arriendo la ganancia. ¿Por qué? Porque el gato que se ha acabado por llevar al agua no es más que una oda a la autoafirmación y a la ausencia de empatía, probablemente las enfermedades más graves de nuestro tiempo.
Empieza contraargumentando con unas supuestas deficiencias en el artículo que lo invalidan, sin más: adolece de falta de información-generalización-apreciaciones alejadas de la realidad y estigmatización de animalistas, antinatalistas y ecologistas. Continúa, en la misma línea e igualmente como pollo sin cabeza, desviando el agua a su molino: nos reproducimos como ratones y esto es un peligro, la autora justifica conductas humanas destructivas con obras magistrales como las Meninas o las catedrales; se lamenta por el futuro que nos espera y le augura a la humanidad uno que curiosamente no relaciona en absoluto con un despliegue sin precedentes, ya sin ningún disimulo, de los abusos del poder. Del poder con mayúsculas.
Que empezó a campar a sus anchas desde que la escolarización se hizo obligatoria y que lo coloniza todo, que se refuerza constantemente a través de todos los medios de comunicación de masas: seducción y manipulación emocional, control social, talante ciudadano policial, bombardeos a la raíz cultural y destrucción de la identidad de los pueblos, superreglamentación, tecnología orientada a la invasión de la privacidad; pensamiento único, inducción y potenciación del individualismo, egoísmo, egocentrismo y egolatría; culto a las drogas legales e ilegales, medicamentos y vacunas, al sexo, al dinero y a la idiotización colectiva; cultivo de supremacismos de cualquier índole, de la agresividad, el enfrentamiento y la violencia; miedo a la pobreza, a enfermar y a morir; desconfianza paranoide, culpabilización-inocentismo, actitud vital acomodaticia, hedonista, acrítica e irresponsable con los propios actos; ignorancia, infraconsciencia y sometimiento liberticida de la población creando o aprovechando crisis económicas, sanitarias… ¿Sigo?