En lo peor de la Segunda Guerra Mundial unos asesores económicos de Churchill le propusieron que redujera a cero el dinero destinado a la cultura para emplearlo en armamento. Él respondió: “¿quitarle el presupuesto a la cultura? Entonces ¿para qué luchamos?”.
Aunque no estemos en guerra, esta cita podría trasladarse a nuestro día a día, que a menudo se convierte en una lucha. Una lucha en la que apenas recordamos por qué luchamos. No sé si me atrevo a plantear esta duda existencial de para qué vivimos, pero creo que, de hacerlo, habríamos olvidado la respuesta (Si es que alguna vez la conocimos).
Vivimos para estar vivos, estamos vivos para poder seguir viviendo. Luchamos para poder seguir luchando. Vivimos para mantener nuestro estilo de vida, basado en seguir viviendo para mantener nuestro estilo de vida.
Trabajamos para poder seguir viviendo y vivimos para poder seguir trabajando.
Sé que la cultura parece una excentricidad en momentos de crisis, que es cuando menos debería serlo y, de hecho, cuando menos lo es. También sé que el arte no te sacará de la miseria, pero sí que iluminará tu austera supervivencia. La cultura no llevará comida a tu mesa, pero puede alegrarte el alma en la espera.
Sin embargo, se nos invita a priorizar nuestra salud por encima de todo, sin profundizar en que la tristeza que conlleva el asilamiento también es una forma de estar enfermo.
En este caso, recurrir solo a lo necesario para no hacer peligrar nuestra salud, implica ceñirnos solo a lo obligatorio: trabajar. Así que, en el peor momento de los últimos años, nos sugieren que evitemos perder el tiempo con gilipolleces como el cine, el teatro o un museo (actividades que cuentan con protocolo de seguridad), o que no salgamos a ver las luces de navidad, pese a estar al aire libre y con mascarilla.
Cuando el desánimo tiene secuestrada a gran parte de la población, nos instan a que nos quedemos en casa sin aspirar a nada más porque, al fin y al cabo, tenemos internet y calefacción.
Si alguien no tiene calefacción, puede que se haya ganado el derecho a quejarse, pero podría llegar otro que esté aún peor que él y no tenga calefacción ni dinero para alimentar a su familia, y en ese caso, el que simplemente no tiene calefacción deberá callarse. Pero un refugiado podría decirle al que no puede comer que al menos él tiene una casa. Por lo que el pobre deberá callar esta vez. Aunque la vida es complicada y un individuo sin casa, por lo tanto, sin calefacción, y por supuesto sin dinero para comer, podría además no tener piernas y encontrar todas estas quejas como una tremenda frivolidad.
¿Tenemos que plegarnos solo a vivir confortablemente?
Mucha gente vive con miedo, más o menos justificado, es una opción personal, pero suele ser gente a la que le molesta profundamente que los demás no vivan con el mismo miedo.
Los policías de balcón denuncian ahora que hay aglomeraciones en las calles para ver las luces de navidad. Ver las luces de navidad no es necesario, está claro, porque lo necesario es comer, dormir y trabajar. Pero si esta es la vida que nos espera, lo que no será necesario es estar vivo.
Podemos reducir nuestra existencia a quedarnos en casa hasta que todo esto haya pasado, podemos incluso no salir nunca más porque habrá nuevos virus aguardando ahí fuera. Podemos alcanzar la vejez sin salir de nuestra zona de confort, aunque ésta sea cada vez más pequeña, como esos pisos de Idealista a los que les añaden el eufemismo de “coqueto”, cuando deberían poner “pequeño y claustrofóbico zulo, PERO CÉNTRICO”. Por supuesto que podemos quedarnos para siempre refugiados en nuestro acogedor apartamento abuhardillado en el que te abres la cabeza cada mañana con esas bonitas vigas vistas, pero ¿es eso lo que queremos? ¿Es eso lo que necesitamos? ¿Es eso lo que hemos venido a hacer aquí?
¿De verdad nos tenemos que conformar con lo estrictamente necesario para seguir vivos? ¿Cuál sería entonces la diferencia entre vivir y sobrevivir?
Les rendimos homenaje a los sanitarios, que desde luego lo merecen, pero urge más que nunca rendirles homenaje a los artistas, tanto a los jóvenes, por haberse dedicado a esto aun sabiendo cómo se maltrata la cultura en nuestro país, como a los veteranos, que resisten en una sociedad que les va apartando sutilmente hasta que no pueden vivir de su trabajo.
Este es el mejor momento para ofrecerles nuestro respeto a los pintores, músicos, fotógrafas, cineastas, cómicos, escritoras, dramaturgas, poetas, cantantes, escultoras, bailarines, actrices y actores, a los que se dejan la piel sobre las tablas, los lienzos, los folios o sobre las calles para transformar el mundo. A los valientes que abandonan su coqueta buhardilla movidos por su pasión, su vocación, su pulsión creativa… En definitiva, a los que no entienden la existencia sin la chispa de esa magia llamada ARTE.
Hoy les rindo homenaje a todos esos artistas que, aunque no lleven una bata blanca, a mí me salvan la vida cada día.
Y volviendo a la pregunta de Churchill, ¿para qué luchamos? Me pregunto de nuevo:
¿Para qué vivimos? Obviamente, no lo sé, pero sí sé para qué no deberíamos vivir: para conformarnos con mantener nuestro estilo de vida hacia ninguna parte.
Y si es así como queremos vivir en los próximos años, por supuesto que no nos pasará nada. Leed atentamente: NADA.
Estimada Bárbara: la mayor pulsión en las especies animales (y nosotros lo somos) es sobrevivir a toda costa. De ahí las teorías evolucionistas de «selección natural» o «adaptación al medio» de todas las especies. La humana también lo ha hecho a lo largo de su Historia (millones de años). Cuando se vieron forzados a ir cambiando gradualmente en virtud del entorno de cada momento. ¿Eso les hizo desarrollar la inteligencia como complemento a sus instintos naturales? Podríamos debatir ampliamente sobre esta cuestión, pero no es el momento.
Tú te planteas hasta qué punto el concepto «vivir» se limita a «sobrevivir» y comparto tus opiniones. Todas las especies, aparte de sobrevivir, buscan la forma de hacerlo de la mejor manera posible, tanto en la búsqueda de «alojamiento», como en la de alimentos…. pero la especie humana descubrió la necesidad de expresarse y comunicarse para entender su propio mundo interior. Las diferentes teorías sobre el arte prehistórico (la Ciencia es sólo eso: teorías cambiantes) parecen revelar un intento de «trascender» la rutina de la supervivencia pura y dura. Y nacieron las «civilizaciones» o formas de prosperar, desarrollarse y vivir mejor en forma de sistemas organizados por normas comunes.
Pues bien, todo eso es lo que está a punto de irse al garete a costa de la pandemia. Si te sirve de algo, tuvimos que dejar los montajes teatrales, pero también las conferencias, los actos en que nos reconocíamos como sociedad, los conciertos, el cine, el teatro (con mascarilla no, gracias)… Hasta se han creado recelos que tú señalas entre gentes próximas: amigos, familiares, compañeros de trabajo…. (pueden contagiarnos) que llevan incluso a las discusiones estúpidas y los enfrentamientos. ¿Es eso una forma de vida o se pretende que sea así el futuro? Quizás lo más interesante sea pensar en las motivaciones de quienes tienen el poder de provocar crisis y quien sale siempre beneficiado. No la gente normal.
Un saludo.
No puedo agradecer más este artículo de Bárbara, certero como de costumbre, pero esta vez absolutamente necesario, ya que poca gente habla de la incómoda cuestión en estos términos.
Agradecido, no solo por mi condición de músico, colectivo que aún está esperando el menor signo de plan de ayuda, más que ausente hasta la fecha en noticias y comunicaciones gubernamentales, y casi en las conversaciones de los ciudadanos; ésto se traslada a otros colectivos artísticos y culturales. Es además una torpeza imperdonable no comprender que aparejadas al mundo de la cultura, van cientos de pequeñas industrias sin las que no podría existir espectáculo de ningún tipo, y familias que comen de ello, empresas de sonido, iluminación, por citar solo las que me tocan más de cerca.
Personalmente, siempre he pensado que la supervivencia no justifica la vida, otros lo verán de manera diferente y lo respeto, simplemente yo no querría vivir sin contacto con determinadas cosas que considero parte esencial de lo que nos distingue como seres humanos, aunque sé que la vida puede ponernos en casi cualquier situación y hay que intentar afrontarla siempre con el mejor espíritu y actitud posibles.
Creo que en toda esta crisis, los ciudadanos nos hemos comportado mayoritariamente como corresponde, y si la parte que muestra insolidaridad e inconsciencia es más grande de lo deseable, algo tiene que ver también con las informaciones y directrices contradictorias (y manipulaciones espurias) con las que se nos riega casi desde el comienzo, hartos ya de no poder confiar en quien más deberíamos poder hacerlo en momentos así.
Más allá de disquisiciones existenciales del máximo interés para mi y sobre las que también tengo mi propio punto de vista, quiero señalar el tipo de país en el que España se está convirtiendo, no solo a raíz del covid, viene ya de antiguo por desgracia.
Cuando contemplamos la historia de una nación grande, cabe plantear ¿qué es lo que hace grande a una nación?
En mi opinión, lo que hace que una nación sea respetada e invocada, son los científicos y sus hallazgos revolucionarios, los pensadores de toda índole que clarifican y expanden nuestras mentes, geografos y exploradores movidos por el espíritu de aventura (hoy en día penado) y la voracidad de conocimiento, y los artistas, que procuran impulso, crecimiento, consuelo y esparcimiento en el día a día del presente, y que en los mejores casos abren caminos que la humanidad transitará y asumirá en el futuro, haciéndonos avanzar a todos en muchos sentidos.
¿Qué es lo que ofrece España a las nuevas generaciones como vía de presente y futuro, qué va a legar a la posteridad esta España de los últimos tiempos, auditores, agentes inmobiliarios a comisión, financieros profesionales y aficionados, arquitectura de garrafón (aunque jauja ya se acabó), transporstistas en bici y moto, tertulianos y famosos, teleoperadores, camareros (interrumpido coyunturalmente)? Porque estas son las profesiones en las que más posibilidad hay de empleo desde hace tiempo ¿Puede esto considerarse una producción digna para un país, puede ésto hacer grande a un país? Pareciera más bien que se pretenda homogeneizar al ciudadano en una especie de pieza de la gran maquinaria del estado, que se supone que deberíamos ser todos, aunque cada vez con más frecuencia se confunda Estado con Gobierno.
Se estigmatiza al sector que mejor convenga en cada momento, los viejos, los niños (como padre de una niña pequeña, aún estoy esperando que alguien pida disculpas), los jóvenes, sin ninguna consideración a las necesidades, tendencias y apetencias de cada franja de edad. Se normaliza la presunción de culpabilidad y la concepción del ciudadano como ser incapaz de autogestionar sus deberes y derechos. Se reduce al concepto de la salud a lo más simplón, como si lo psicológico, lo afectivo y el esparcimiento, no formaran parte esencial de dicho concepto. Se nos priva de la capacidad de escoger a qué riesgos nos exponemos, representando al ciudadano como una caricatura deseosa de salir a la calle a contagiar alocadamente a conocidos y desconocidos, y se busca el reclutamiento voluntario y entusiasta del ciudadano policía/fiscal/cura, alentando al chivatazo a cambio de la condición de ciudadano de bien, homologado.
En todo el tiempo desde que empezó el covid, he hecho lo posible para mantener algo parecido a la normalidad, incluyendo el trato continuo con otros padres y niños de la escuela de mi hija, ver y cuidar a mis ancianos padres, con su deseo y consentimiento, y tratando siempre de mantener las precauciones que dicta el sentido común y la responsabilidad, mascarillas, distancia, higiene, ventilación…etc aunque algunas de ellas sean discutibles, sin que por el momento hayamos tenido que lamentar sobresaltos, eso sí, me arriesgo a diario para ir a trabajar en metro, ya que las bicis que intento coger primero, muchas veces están estropeadas.
No he tenido la suerte durante el confinamiento, de poder alimentarme de cultura, y especialmente de música, como me gustaría y tengo necesidad y costumbre desde siempre, ya que es titánica tarea con un ser de cuatro años en casa que demanda completa atención; sin embargo me consta que el consumo de literatura, música, cine…etc ha sido de total protagonismo y demanda durante el encierro, y ahora mismo en la situación de «nueva normalidad» ¿no debería llevar ésto a ciertas conclusiones?
Oscar Wilde decía que «Todo arte es esencialmente inútil» me temo que parte de la gente no comprenda la frase, y seguramente menos en el mundo de la política, pero también solía decir «Un cínico es aquél que sabe el precio de todo, y el valor de nada»
Saludos.
Estimada Bárbara
Excelente columna y excelentes comentarios.
Está claro que es lo que entiende Bárbara por cultura, así como O’farrill, Lafuente, etc. Incluso Churchill, que me temo que era un poco facha porque era de esos de «la carga del hombre blanco» (y ahí incluía su cultura).
Es obvio que es mas que necesaria cómo alimento «espiritual» en tiempos de conmiseración, y que además es necesario que quienes se dedican a ella se ganen la vida decentemente. Es una relación de beneficios mutuos mas que necesaria, y mas en estos momentos, y mas aunque la defendiera Churchill.
Además en España tenemos la grandísima ventaja, yo creo que la única ventaja que tenemos en mundo globalizado, de que el ESPAÑOL es una de las lenguas llamadas a perdurar y a ligar a su existencia unos patrones culturales. No es nuestro mérito, es mas bien de esos 450 millones de «latinos» que la aprecian y usan; entre otras cosas para la producción cultural; donde está en los primeros puestos (aunque sea a ritmo de regatón).
Y ahí se empieza a torcer la cosa.
Porque si hay una demanda de cultura, hay una oferta cultural, y hay una lengua que está mandada a ser de las que manden en la difusión cultural de forma creciente, al menos durante lo que quede del XXI.
¿Que es lo que pasaba (porque la cosa viene de antes, aunque la pandemia lo ha exacerbado) y pasa para que los que demandamos cultura la tengamos de tan mala calidad y cara y los que la ofrecen tengan que ir mendigando por ahí?
En mi opinión el problema radica en que «el mundo cultural» ha abominado de su relación directa con el público y se ha vendido al interface cultural llamado «Estado (sobre todo el autonómico)» por 30 piezas de plata.
Y ahora, con el bicho, en ese mundo distópico de policías del balcón.. colaboradores entusiastas de este estado orweliano, ¿nos podemos creer que el tema cultural se iba a dejar sin que mediara subvención hasta el paroxismo?
Por ejemplo:
https://www.vozpopuli.com/medios/netflix-catalan-generalitat_0_1417659489.html
«Uno de los reportajes que más eco tuvo en la televisión autonómica fue el de ‘Llenguaferits’ (lenguaheridos, en castellano) en el que distintos activistas culturales se quejaban de que los electrodomésticos estén configurados en castellano. «Yo a mi tostadora le quiero hablar en catalán», decía el activista Álex Hinojo.»
Llamo la atención sobre lo de «ACTIVISTAS CULTURALES»
Obviamente cualquier parecido de lo que significa la cultura para Alex Hinojo con lo que entienden por ella Doña Bárbara, el Sr Lafuente, O’farrill, es pura coincidencia. Pero seamos claros, quienes mandan en el mundo cultural son los primeros, los Alex Hinojos que pueblan nuestra piel de toro.
Los que son además los policías del balcón de la cultura, con una eficacia que deja en chiste la de la Sra. Eugenia, la del 5ºizda, y sus binoculares.
Dejo otro link.
https://disidentia.com/como-traducir-xenofobia-al-catalan/
El día que la cultura se desembarace de la necesidad de pasar por el fielato del estado para cobrar y verse representada ganaremos todos los que queremos una cultura sin intermediarios y los que quieren de verdad hacer algo que esté en el mundo real. O en el de la imaginación del artista, que mas da. Esa imaginación y creatividad que son siempre el primer escalón, haya otros mucho después o no.
Un cordial saludo
Muy interesante lo que señala Pasmao sobre la cultura controlada y dirigida a base de subvención. Siempre me han dado bastante miedo los gobiernos que están ,o aparentan estar, «muy encima» de la cultura, siempre dispuestos a pedir cuentas, a utilizar y a interferir en el trabajo de aquellos a quien subvenciona.
Mucho me temo, sin embargo, que el maltrato y abandono que sufre el sector cultural en España, en su más amplia expresión, no permite ni la comparación con los dos modelos principales de ayuda gubernamental que podríamos tomar como referencia y como meta.
De una parte tenemos el modelo intervencionista y súper protector de Francia, donde no me cabe duda que existirá dirigismo en muchos casos, pero al tener tanta presencia en las prioridades del país, seguro que deja bastantes huecos aún, para una mayor libertad del subvencionado en otros casos, en este caso la cantidad importa. El pasado Junio pude leer como Francia destinó 3M€ en ayudas solo al circuito de la música en directo, especialmente para los pequeños clubes, y esto es solo una pequeña parte del abanico cultural de un país.
De otra parte está el modelo USA/UK donde la ayuda va mucho más de «dejar hacer», facilitando trámites, elominando burocracía, valorndo la iniciativa privada y autogestionada, con contrapartidas fiscales o rebajas de algún tipo.
Ambas formas de ayudar a la cultura tienen sus luces y sombras, empezando por la Ley de Mecenazgo que ambos modelos tienen, y que aquí, como siempre, al haberse convertido en otra banderita ideológica, se va posponiendo eternamente y se usa la idea como arma arrojadiza entre los distintos partidos, mientras todos los que nos dedicamos a ésto, permanecemos atónitos esperando ya no alguna ayuda, sino al menos un poco de respeto y una consideración que nunca llega, aquí el «dejar hacer» liberal anglo americano, se convierte más bien en una súplica de «al menos déjennos en paz» que ya me busco yo la vida, pero ni por esas.
Me temo que España está lejos de poder empezar ni a considerar una de las dos opciones que más se conocen, queda descartada la vía Stalinista, Castrista, o Hitleriana, con sus artistas del régimen, funcionarios de la alabanza patriótica hueca y siempre con la cabeza oliéndoles a pólvora, no compensa, no. A este nivel me parece que España está todavía en niveles tercermundistas, y me produce enorme vergüenza y tristeza como ciudadano.
¿Cómo es posible que un país ponga al borde de la miseria a autores consagrados, que no es lo mismo que millonarios, impidiéndoles cobrar una pensión aparte de sus legítimos derechos de autor? Esta lindeza ya se ha retirado afortunadamente, pero los ministros de hacienda se dedicaron durante años a recurrir las sentencias que les quitaban la razón, y muchos escritores, no digamos músicos dado el impacto de la piratería, muchos de ellos figuras que han dado mucho al país, se han visto empujados a verdaderas dificultades para la supervivencia.
Otra cuestión interesante es la noción actual de activismo, seña de identidad ineludible para gran parte de la juventud, aunque la causa tenga que cambiar al ritmo de las tendencias de Instagram y demás espejismos tecnológicos, aquí de lo que se trata es de ser visto, da igual si es haciendo magdalenas, al borde de un precipicio o en la manifa más in del momento. Daría para una buena reflexión y desde luego para un gran artículo de gente mucho más capaz que yo, que ya véis que la síntesis no es lo mío, jaja.
Saludos.
Tema importante que creo necesario abordar de frente.
La Producción Cultural es una de las cuatro patas sobre las que se asienta el Poder Social. Las otras tres son la Fuerza Coactiva, la Económica y la Política.
Por consiguiente, la relación ciudadana con la Cultura dependerá del grado en el cual la Producción Cultural se orienta en beneficio de la Sociedad y de sus miembros, o responde lisa y llanamente a los Intereses del Poder y actúa en contra de la mejor Antropología humana.
Ni que decir tiene que para establecer los criterios de bondad o perjuicio es imprescindible tener un claro criterio de qué es un ser humano y cuáles son sus fines.
Por poner un ejemplo, la producción musical actual más parece dedicada al embrutecimiento de rebaños cada vez mayores que a fomentar formas elevadas de realización y dignificación humana.
En este momento es problemática la relación con quienes se consideran parte activa de dicho mundo porque es creciente la evidencia de en su mayor parte no trabajan para nosotros sino contra nosotros. Excepciones aparte, naturalmente.
Cuando el artista trabaja por elevar y dignificar a las personas y a la sociedad, su labor perdura «per in saecula saeculorum» con el reconocimiento de todos.
Saludos cordiales
PS. Por cierto, si ven un buen músico tocando en la calle, páguenle y aplaudan. Hay muchos y muy buenos.
En respuesta a lo que apunta el señor Manu Oquendo, cuyos comentarios me resultan siempre interesantes, y con los que casi siempre estoy de acuerdo, quiero esta vez matizar algunos aspectos que me generan bastantes dudas.
Se dice al final del artículo: «es imprescindible tener un claro criterio de qué es un ser humano y cuáles son sus fines». Bien, no me parece que a día de hoy tengamos ya una definición válida y completa sobre «qué es un ser humano» y mucho menos «cuáles son sus fines», es un enigma aún por desvelar, por mucho que religiones y cientificismo, que no ciencia, pretendan tenerlo ya resuelto. Uno puede tener determinada creencia sobre el asunto y vivir conforme a ello, yo mismo tengo las mías propias que inclinan la balanza en las decisiones que todos tenemos que tomar, mientras vivimos en medio de la incertidumbre, pero no puedo pretender que todos las compartan.
Diría que, además, con frecuencia el artista no sabe bien por qué y para qué hace su labor, al menos conscientemente, siendo lo más importante ser capaz de tener abierto, mediante trabajo y convocación, el misterioso canal de comunicación entre mundo interior y eso tan esquivo que llamamos «las musas», cobrando sentido la obra solo una vez finalizada, y a veces dejando más preguntas que respuestas.
Me parece también que cuando se habla de «problemática la relación con quienes se consideran parte activa de dicho mundo» se está tomando la parte por el todo, dándome la impresión, quizás equivocada, de que pueda estar tan saturado como yo mismo de ver a los mismos rostros populares, de ubicua y sobredimensionada presencia, desfilar por los medios, opinando sobre todo y a veces hasta protagonizando campañas tanto publicitarias como de supuesto activismo, o simplemente queja, están en su derecho por otro lado, pero esos personajes son solo la punta del iceberg, una ínfima parte del colectivo artístico/cultural. Hay muchas personas que viven un día a día casi heróico, sin recibir jamás la atención de una industria perezosa que solo busca que suene la flauta mediante la emulación de lo que ya ha sido un éxito, por pasajero y coyuntural que pueda ser éste, la gente con más talento que he conocido casi siempre vive en la sombra, concentrada en su lucha por crear, y compatibilizándolo con trabajos de supervivencia, no queda otro remedio, pero la obra bien hecha exige tiempo y dedicación.
Es cierto que nuestra sociedad vive asediada por la vomitona de músicas, pinturas, películas o novelas insustanciales, y esto es la mejor manera de sepultar las obras que requieren algo más de atención o profundización, o que diractamente no encuentran el canal adecuado para darse a conocer; yo mismo bromeo a veces sobre crear una plataforma de músicos en contra del exceso de música, ya saben, llamas al banco y la musiquilla, vas a la compra, y lo mismo… Sin embargo, me atrevo a asegurar que dentro del estilo que uno prefiera, hay muchísimas calidades, eso sí, lo mejor está siempre bajo tierra, llegando a la superficie solo en contadas ocasiones.
He podido comprobar cómo las personas suelen elegir entre lo que creen que constituye el espectro completo, y cuando acceden a cosas de las que ni sospechaban su existencia, la sorpresa es mayúscula; ahí radica el problema señalado en este artículo, cada vez hay que hacer un esfuerzo mayor para conocer lo más valioso, o simplemente la variedad de las propuestas culturales, cada vez hay menos referentes activos para señalar y sugerir caminos a explorar.
Todos podemos (y debemos) ir al Prado y maravillarnos con Velazquez o El Bosco, pero si por España circula ahora mismo un Bosco o un Velazquez en ciernes, les aseguro que no nos vamos a enterar, y será más probable encontrarle llevando una pizza a domicilio, o sirviendo unas bravas en un bar, a no ser que tuviera la lucidez de marcharse de aquí, a países que buscan y alientan el talento, allí donde se encuentre.
Determinar qué es válido o no en el ámbito de la cultura, es tarea sobre todo del tiempo, y desde luego, las manos del poder, cuanto más lejos, mejor. Tengo también, aunque sea ligero esbozo, mi propia noción de Arte, cabezas mucho más dotadas que la mía han discutido y seguirán haciéndolo sobre tan difícil tema, así que no veo necesario importunar al lector con algo tan propio, solo diré que creo que lo artístico no tiene que ser serio, ni divertido, ni feo ni guapo, ni ligero ni pesado, y puede serlo todo a la vez.
Desde luego que hay mucho pseudo artista, no es fácil tener siempre confianza en el valor de la propia obra, y pensar que merece la pena tanta lucha, pero también la sociedad tiene un exceso de abogados o muchas otras profesiones que no van a dejar mucho rastro en el devenir del ser humano, creo que merece la pena el intento y alentar a quien lo acomete, me parece infinitamente más sana una sociedad en la que la gente quiera intentar ser artista, que una llena de vocaciones de auditor, aunque la mayoría de las veces el resultado sea el fracaso, como la vida misma ¿no?
Cuidemos la cultura , sin pensar tanto en nuestras preferencias y a sabiendas de que en muchos caso solo serán intentos que no lleguen a trascender, si merecía o no esa denominación, solo lo puede decir el tiempo, si no, pregunten a Van Gogh.
Saludos.
otro día me acerqué al Rastro, Rastro Madrileño.
Hacía aire, frío y el El ambiente se me antojó desolador.
Poquísimos puestos, separadísimos unos de otros (es el Rastro), mucho policía municipal.
Jamás lo había visto así.
Paré en uno de los puestos, el de una “artesana” que pintaba guantes, unos estampados muy bonitos, originales, y luego los vendía.
Estaba agobiada, en el puestecito abultaban más el gel, los guantes de plástico…para probarse los guantes artesanales, sacados también de otro envoltorio plastificado, otro accesorio para tirar los guantes de probar usados y los “tocados sin querer”….otro grupo de “bolsas reciclables” más “ecológicas”, que uno suele tirar, ya desesperado, y jurando en lenguas muertas, al dichoso suelo, cuando intenta “despegar sus “ecológicos bordes” con los “saludables guantes de plástico”, o directamente sin ellos, …. que lo que vendía.
Estaba la artesana abrumada, y los encantadores dibujos de sus guantes, moviéndose incrédulos al compás del aire frío, por encima de los pegajosos geles.
Me comentó que ya no ponía la televisión, que no sacaba nada en claro, ninguna indicación que la resolviera ni una sola de las numerosas dudas que la asaltaban para poder mantener su puestecito en el Rastro, como apasionada de su trabajo, y su integridad física y mental, como ser humano.
Es curioso, mi casa tienes las paredes finas y los patios se convierten muchas veces en verdaderos amplificadores de lo que se escucha dentro de las viviendas.
Bien, pues no se oyen los televisores de un tiempo a esta parte.
Una de las pocas veces que yo he puesto la mía, los reporteros desgranaban una “ristra” de ¡fiestas ilegales! Intervenidas…fiesta…ilegal.
No hace mucho los más destacados dirigentes de gobierno y oposición, junto con bastantes parlamentaros de ambos hemiciclos, salían, sin ningún tipo de sonrojo, en los medios de comunicación, haciendo gala de una lujosa cena, juntos sin mascarilla, disfrutando de la velada.
Salen más reporteros televisivos denunciado que la calle Preciados y la Puerta del Sol están atestadas de gente…detrás la imagen de ambos espacios, con “cuatro gatos” moviéndose por ellas.
“No”…prosiguen los reporteros…pero “ahora a lo mejor no”, pero “ayer por la tarde…sí todo el mundo con mascarilla, hasta algún bebé, sí…pero mucha gente, y ¡para ver las luces de Navidad!…que irresponsabilidad.
¿Por qué?, ¿alguién se quitaba la mascarilla para toser al otro mientras contemplaba el árbol de la Puerta del Sol?, si fuera así desde luego que ese energúmeno habría que sacarle fuera y no permitirle que estuviera allí…pero…¿es el caso?.
Hace un par de años cierta alcaldesa tuvo la ocurrencia de obligar a la gente a caminar en una sola dirección en las calle más concurridas de la ciudad, esas que se llenan cuando los días corren hacia la oscuridad hasta que comienza el solsticio invernal, y la gente busca encuentros y luces…..que cobijen el alma.
Entonces no había pandemia.
El otro día fui al teatro con mis sobrinos pequeños.
Aforo, medidas de seguridad, geles en mi bolso, en sus bolsillos…
Agobiada, mirando que sus pequeñas mascarillas estuviesen bien colocadas siempre….
El espectáculo: un recorrido artístico, estético, de la segunda década del siglo XX a través de una reconocida figura del momento, de la que se dice elevó la copla y las canciones populares de esta “piel de toro” a la categoría que, “per se”, reclamaban, en un período histórico especialmente convulso y atribulado, que, por cierto, también tuvo su “pandemia”.
Salí de allí con la sensación de que el miedo constante, el temor por que no nos pase nada, se había topado con algo…”que podía con todo”…
Precaución, medidas de seguridad, atención y cuidado, por supuesto,…pero el terror no ayuda a cuidar, ni a la libertad, ni a vencer las dificultades y aprender de ellas.
Aplaudo y me sumo a la denuncia que expresa Bárbara con su artículo.
Grandes, interesantes y certeros comentarios también.
El arte.
Manu Oquendo aporta un concepto crucial con el que no puedo estar más de acuerdo. La atemporalidad del verdadero arte.
¿Por qué es esto?
¿No ven que los artistas parece que pierden la noción del tiempo cuando crean arte?
Cuando crean su música y parece que se queden enganchados a su voz o al instrumento que utilicen para producirla. Cuando con sus pinceles entran en trance y las pinceladas salen como mágicamente disparadas por el brazo como si necesitasen plasmar algo mucho más valioso que lo que en verdad hacen, ese poner pintura en un simple trozo de tela. Otras veces dudan y se atemorizan sobre dónde o cómo irá el próximo color o necesita estar que esté.
El escultor que dice, yo no lo hice, aquello estaba ya allí y yo solo saqué lo que sobraba, o aquel que con la cabeza ensimismada mirando casi su ombligo, casi acurrucado, está tan inconscientemente absorto en sus quehaceres que no sabe ni dónde está.
El cantaor, que parece entrar en lo místico cuando sus pulmones estallan por y con una saeta o el actor que llora llorando y sintiendo lo que siente siendo esto nada más que una expresión ficticiamente verdadera de lo que en verdad siente, haciendo creer a todos los presentes que lo que sucede y siente es verdadero por un instante. Trasladando a todos a otro estar y ser en un momento.
Haciéndoles soñar por un momento que no son ni están donde están sino en otro sitio y otro momento en un instante.
Estados de la mente encharcados de dopamina. Mentes saciadas de nexos y conclusiones placenteramente unificadoras. Éxtasis creativo.
El arte trasciende no porque el ser humano quiera trascender, sino porque lo necesita, porque él mismo forma parte de esa trascendencia.
El arte le une a aquello que está fuera de sí y de toda racionalidad. Le transporta y le muda y le despelleja y le arranca de las entrañas lo más profundo.
Le une a lo más hondo y lo ensalza a lo más alto y todos aquellos que lo contemplan y sienten o tienen la capacidad para sentirlo se transportan con él y su arte.
Crecen y se modifican, trascienden todos a la vez y en un momento.
Se elevan y flotan y dejan de pesar o pesan como plomo por un instante.
Se humanizan y dejan de ser simples seres para ser grandes seres. Para ir más allá.
Todas estas cosas no convienen a según que formas de gobierno. Son cosas que van en contra de sus planes.
No quieren a seres pensantes, ni que evolucionen más allá de lo necesario por encima de lo terrenal y material. Por eso destruyen y arrinconan la filosofía o la cultura, o promocionan lenguas que disgregan y separan en lugar de que unan.
El arte no les conviene porque unifica y potencia la unión y eso va en contra de sus propósitos y objetivos. Va en contra de tener a simples borregos que paguen sus facturas y sus impuestos a la hora señalada para así poder seguir acaudalando más poder.
Les enturbian la mente con simplezas y mezquindades. Siembran la mentira diariamente, cuantas más veces mejor, y crean disensión continua. Destrozan todo lo que une. Parcelan, fronterizan y equivocan a todos con estrategias malvadas, perversas, deleznables y terroríficas alcanzando lo demoníaco. Convierten a la muerte y el matar en un derecho.
Por eso ni quieren ni les importa un comino el arte ni lo creativo.
Cuando como si hubieran entrado en razón potencian formas de arte, eligen el arte perverso. Aplauden y vuelven a confundir con el arte mundano y subvencionan la muerte con cine plagado de asesinatos. Subvencionan cultura incomprensible diciendo que eso es lo más de la modernidad y te ves delante de un lienzo en un inmenso museo en el que aparece una mancha o un cubo de basura encumbrado como adalid de lo artístico. Entonces dicen que aquello es el «art noveaouuuuuuuu» o cualquier otra patochada que se inventen para el momento.
Son todos ellos monstruos especializados en la mentira y el engaño y solo buscan el dinero y el poder. El placer para sus orgías de la mentira. Ponen y promocionan el desfalco por pago de impuestos como el mayor pecado por delante incluso de la muerte. Matan a Dios a diario y dicen que no existe y que lo que existe es el dinero y lo palpable. El amor es arrinconado y establecen como forma común la separación de bienes por encima de la unión amorosa engañando y confundiendo y popularizando eso como forma verdadera de una unión. Sembrando maldad demoníaca a todas horas.
Su suma y sigue continuado de maldades a través de la historia los ha convertido en una espeluznante sarna que puebla todos los rincones del planeta.
Su maldad les empodera subyugando a las almas dóciles y biempensantes.
Los borricos les siguen. La zanahoria les guía hacia ninguna parte. El engaño espolea.
Y todos aquellos que en su fuero interno tienen alguna luz todavía, permanecemos expectantes y atónitos ante la maldad diaria.
Ante este apocalipsis infernal al que nos someten.
¿Quedarse en casa?
Para mí sí, esa fue y ha sido la solución. Huir de toda esa maldad que muchos años atrás me estalló ante los ojos.
Mucho lloré por ver a tantos convertidos en demonios. Mucha pena sentí por todos ellos. Mucho pedí para salvarles.
No ha sido ni es nada fácil.
Luego, la «vida», me dio cosas insospechadas. Ancestrales promesas cumplidas.
Las bebí todas.
Caían por mi rostro como en forma de agua.
Agua salada… Tan dulce.
Me apena mucho que tantos no sepan ver.
Cuidar de lo pequeño es algo muy grande.
Cuidar de lo invisible es algo enorme.
Estupendo comentario, no se puede decir mejor, me alegra mucho ver semejante fe y convencimiento sobre el sentido trascendente del Arte, no puedo estar más de acuerdo, aunque a veces las dudas, o el pudor de sentirlo como algo muy íntimo, me impiden expresarlo tan abierta y asertivamente ante el mundo. Se percibe en tus palabras que el Arte ha ido obrando la transformación en tu persona a lo largo del tiempo, cuando uno ha experimentado, aunque solo sea fugazmente el misterio de esa conexión con ese «otro lado», es difícil no querer estar ahí todo el rato y acostumbrarse al concepto plano de realidad con el que quieren que nos conformemos. Gracias y saludos.
Para responder al Sr. Lafuente me he centrado en dos aspectos de su lógico comentario.
El primero: La ausencia de una definición clara de qué es un ser humano y sus fines.
El segundo: La dificultad –o no– de la relación entre la sociedad y los agentes «culturales».
Este último se responde con rapidez porque creo que estamos de acuerdo ya que la frase completa de mi texto dice así: «En este momento es problemática la relación con quienes se consideran parte activa de dicho mundo porque es creciente la evidencia de en su mayor parte no trabajan para nosotros sino contra nosotros. Excepciones aparte, naturalmente».
El primero es el punto realmente clave porque nuestro actual Sistema de Creencias no lo explicita ya que hacerlo mostraría la destructiva vacuidad sobre la que intenta construir el decadente estado doctrinario laicista: Un ser humano que nace, si no lo matamos antes, y que muere cuando se decida por el protocolo terminal que están instalando en el sistema de salud. Ni antes ni después hay nada. Es decir, el Cosmos no tiene ni sentido ni razón de ser.
Es notoria la Interesada Ausencia de Definiciones al hablar de casi cualquier cosa. Algo que imposibilita el diálogo e impide el discernimiento de cualquier cuestión.
Por ejemplo, las seiscientas o seiscientas cincuenta diferentes acepciones de la palabra Democracia que tanto se usa a pesar de que ya es de pleno derecho un Significante Vacío.
Lo mismo está sucediendo con «Humano» y sin embargo nos es imprescindible Restablecer un cierto consenso social sobre su naturaleza esencial más allá de sus rasgos morfológicos comunes. ¿Qué existe por debajo de la biología? ¿Nada? No señor, todo lo contrario y con abrumadora evidencia.
No es esta una cuestión que, en mi opinión, debamos abordar desde las creencias religiosas doctrinales porque no solo no son compartidas sino que el sistema de Poder Social las considera objetivos a eliminar.
Afortunadamente tenemos otras formas de abordar la cuestión: El vasto repositorio intelectual y filosófico de la Humanidad y la Cosmología en la que cualquier sistema de conocimiento arranca.
Desde cualquiera de ellos es constatable la existencia del «espíritu». Del alma. Algo que es su raíz, su «arjé» –del griego ἀρχή, «principio» u «origen»–. Está ahí, como tal nos precede y nos trasciende más allá de la apariencia biológico-temporal.
Quien, a mi modo de ver, mejor lo expone fue Plotino (Siglo III) resumiendo y ampliando a Platón y –fuera de cualquier confesión religiosa– manifestar la existencia del Uno –causa primera– del Logos (Nous) y del Espíritu como emanaciones sucesivas del Uno o fundamento (arjé o arché).
Pero sucede que hace ya ciento diez años –o más– que la Física actual apunta en la misma dirección tras constatar que en tamaños de lo que percibimos como partículas por debajo de 10 elevado a -30 no existe la masa y que el tamaño de Planck (10 elevado a -33) es mil veces inferior.
Por lo tanto vemos que en la base de lo perceptible, de lo biológico, –y muy por debajo– está lo Inmaterial, el espíritu. No la materia.
Hay otras cuestiones derivadas del ya cuasi centenario enlazamiento cuántico o de las partículas informacionales –y su demostrada ruptura del límite de la velocidad de la luz– que nos hablan de un mundo construido sobre algo que el sistema de poder no se ha atrevido a llevar a los sistemas de enseñanza –tampoco a la universitaria salvo en la reducidísima especialidad de Física de Cuerdas y la Mecánica Cuántica– que en lo esencial coinciden asombrosamente con los grandes bloques religiosos de la humanidad. El asiático y el judeo-cristiano.
Dentro de este panorama Filosófico y Científico lo que emerge es un cosmos «vectorial» y «vivo» en el sentido de que su movimiento profundo marca un camino de crecimiento de la vida en el sentido de sus dimensiones espirituales –algo constatado por la antropología y la evolución de la conciencia y de la mente–.
Esto lo reflejan tanto el cristianismo como las religiones y filosofías orientales en el sentido de que la tarea, el fin, la oportunidad, del ser humano es la de «conocerse de modo profundo y encarnar nuestro verdadero ser». Reintegrarse al «fundamento» que, casualmente, es la etimología de la palabra «religare» de la cual emerge Religión.
Como observamos cada día, lo anterior resulta ser todo lo contrario de lo que el sistema de Poder Social trata de imbuir a nuestros hijos y nietos en «su» sistema de Educación Obligatoria del cual ha excluido y va excluyendo toda la ciencia y todo conocimiento que lo contradice-.
Es decir, el sistema de Poder Social vigente es no solo Acientífico y Retrógrado sino que trabaja para degradar al ser humano. Y tal parece que lo consigue.
La progresiva desaparición de la Ciencia que «no gusta» y de nuestra rica Historia Filosófica de los actuales sistemas de enseñanza es su instrumento.
En su lugar llegan los Mantras que, debidamente reiterados por las «Gretas mediáticas», limitan el acceso de oxígeno al cerebro e impiden el discernimiento.
Gracias por su comentario y un saludo cordial
Debo felicitar y agradecer de nuevo a Bárbara por su gran artículo, a la vista del interesante debate que ha propiciado, y que está generando tan jugosos comentarios: Da gusto poder hablar de las cosas realmente importantes y comprobar que ahí fuera hay vida inteligente, impresión bien diferente a la que suele producir una inmersión más larga de la cuenta, en prensa y medios de comunicación habituales.
Comparto absolutamente las palabras del Sr. Oquendo, y agradezco tan magistral exposición, dificilmente contestable.
Es evidente que desde las estructuras de poder, desde hace ya mucho tiempo, se ha ido haciendo una trabajo sostenido, dirigido a propagar y extender una noción cada vez más baja, plana e intrascendente del significado y valor del ser humano, y del hecho mismo de la vida, situación mucho más conveniente para el manejo y manipulación de los súbditos.
El panorama social yermo que sufrimos ahora en su mayor expresión, es la cosecha esperada desde lo sembrado en la Revolución Industrial del SXIX y el Darwinismo, tan conveniente para acabar desembocando, como podemos comprobar hoy día, en un capitalismo deshumanizado.
El capitalismo con todas sus sombras ha procurado muchas cosas valiosas al hombre, pero la supuesta y tan cacareada «muerte de Dios» del siglo pasado, no solo trajo el advenimiento de nuevos intentos de organización social, fallidos y con frecuencia espantosos, como los movimientos autoritaristas de izquierda, además, las clases dirigentes y estructuras de poder, liberadas ya del «lastre» de la religión, y casi de cualquier precepto moral/ético, nos ha llevado hasta este panorama abiertamente superficial y despiadado, en el que ya no es necesario disimular con adornos y gestos «elevados», la búsqueda del enriquecimiento e interés propios.
Creo que las Religiones han sido un estadio imprescindible de la humanidad, que ha preservado nuestra relación con el misterio que es la existencia, además de contener en el hombre los impulsos más salvajes en su turbulento trayecto evolutivo, independientemente de los abusos, imposiciones, tergiversaciones y decadencia, que desde luego cualquier doctrina religiosa ha ido ejerciendo y experimentando, y que tocaba abandonara ya. Tengo esperanzas de que estemos entrando, aunque no sea facil verlo, ya que necesariamente será una revolución silenciosa, en otro nuevo estadio del ser humano, el siguiente paso hacia una espiritualidad no doctrinal, mucho más respetuosa con la individualidad y, paradójicamente, mientras vivimos en el clímax del mundo de las apariencias, para volver a dotar de sentido el significado etimológico de religare, la reunión de esas varias naturalezas que todos podemos intuir en nosotros mismos.
Es especialmente importante lo que señala el Sr. Oquendo cuando dice «un mundo construido sobre algo que el sistema de poder no se ha atrevido a llevar a los sistemas de enseñanza», desde luego que esto supone un secuestro nada inocente y que ha producido los resultados deseados.
He recordado, al hilo de este último comentario del Sr. Oquendo mis discusiones acaloradas con algún compañero músico, cuando al manifestar mi concepción misteriosa del hecho musical, él consideraba que «estaba haciendo una sublimación» de algo que no veía de tanta importancia y profundidad, como si la música y el Arte en general necesitaran que viniera alguien a sublimarlos; esta miopía y voluntaria renuncia es lo que lleva al pseudo arte que mayoritariamente nos rodea, aunque creo que en el fondo es siempre un discurso de boquilla, que a veces forma parte de una representación para encajar dentro de los parámetros aceptables del racionalismo ramplón que parecen ser seña de identidad del hombre occidental del presente, casi como el cuento del traje nuevo del Emperador, pero a la inversa, o la certera frase de «el tonto mira el dedo cuando se le señala la luna».
Gracias a todos, es un placer.
Excelentes comentarios los que he ido leyendo. MANU, Lafuente, Sedente, Loli.. amen del de la propia Bárbara, O’farrill… cómo ya comenté antes.
Tanto que siento importunar otra vez, con el riesgo de que lo que aquí escriba sea algo menor. Pero si no lo hago reviento.
Hay que recordar que gran parte del tema artístico está ligado al RIESGO.
Los artistas para reconocerse en su obra, antes que ante la sociedad, necesitan arriesgarse, tomar un camino propio en el que ellos se reconozcan. No toda obra, interpretación,… arriesgada es artística. Pero si no hay riesgo no hay magia. No hay arte.
Asimismo para «entender» o sea apreciar, el arte hay que tener cierta capacidad de liberarse de prejuicios y ponerse en el lugar del artista que asumió esos riesgos. Esto, cuanto de manera menos racional se haga.. y mas sea llevado de la intuición, mas conexión da. La razón al mundo del arte es muchas veces lo mismo que explicar un chiste. El chiste se entiende, pero no es lo mismo.
Lo digo porque uno de los problemas que hay ahora con lo del bicho, es que desde las «instituciones» no hacen mas que advertirnos día a día de lo necesario que es que nos alejemos de todo riesgo.
AHORA TODO ES ARRIESGADO. Tenga o no que ver con el bicho, pareciera que toda actividad que no esté tutelada por el Estado puede acabar deviniendo en algo arriesgado, por inverosímil e ilógico que pueda parecer, en algo arriesgado para la sociedad, de ahí la necesidad de que esté todo controlado y del éxito que tengan esas policías del balcón.
No es necesario aclarar que muchas de las cosas que nos están obligando a aceptar cómo muy arriesgadas en realidad lo son mucho menos, y lo que se busca es un puro y simple control social con intenciones que no tienen nada que ver con el bicho. Obvio.
Y aquí es donde entra el ARTE, LOS ARTISTAS, su público espontáneo, la sociedad..
Porque es la comunicación real del arte con su público, a través de ese compartir una aceptación del riesgo, de lo cual se deriva un salto cualitativo en las ansias de libertad, lo que ataca de manera frontal esa necesidad de control social por parte del Estado a través de un miedo diseñado.
Por eso la experiencia del aprendizaje real, que es lo que es la cultura, o del gozo estético, que es el arte; están opuestos por el vértice con la situación por la que pasamos.
Y además son las únicas maneras de acabar dando la vuelta a la situación. Porque nos colocan en un plano moral superior que el de nuestros matarifes. Nos hacen conscientes de la farsa a la que se nos quiere someter. Que no tiene nada que ver con el bicho. De cuya existencia no dudo.
Disculpen semejante paja mental.
Un cordial saludo.
PS por unificar lo que comentan MANU y Lafuente conviene recordar que hace no mucho físicos, químicos.. partían de la base de un universo platónico cuyo trasfondo era musical.
La historia de la Tabla Periódica nos lo recuerda.
Han sido estos perversos planes educativos, de muchos años atrás, y su empeño en diferenciar ciencias y letras los que han castrado la formación artística en la ciencia y viceversa. Cuando, cómo nos ha recordado MANU, actual física teórica (Teoría de cuerdas) insiste (actualizando) en lo que ya se sabía hace 200 años y se nos quiere seguir escondiendo.
Por su interés y relación con la actual pandemia os adjunto un material que me acaba de enviar un antiguo asociado del mundo Telco y TV.
Sugiero guarden el video en su ordenador.
https://lbry.tv/@elinvestigador:0/Plandemia-2-En-el-mundo-de-los-doctores.–Completo-en-espan%CC%83ol:7
Subtitulado en español
Saludos
Cuando durante la presentación y la despedida se repite tantas veces, y entre otras cosas, que «no está editado» no sé muy bien a qué se refiere.
https://dle.rae.es/editar
Parece que incumple todas y cada una de las definiciones de la palabra «editar» con esa afirmación…
Estoy muy confundido.
O quizás no lo esté, no sé.
No creo que esté de más y yo les dejo otro video sobre un pintor, un músico y un «editor».
La letra y música de la canción es una caricia recordando a un gran incomprendido.
Solo por poder contemplar las botas pintadas que aparecen en justo la mitad del «editado» vídeo, merece la pena verlo.
Tantos pasos…
Nosotros. Todos nosotros.
En los caminos y hacia las cumbres. En los valles y por los puentes.
En las profundidades del alma.
Todos esos pasos.
Pasos que hablan.
https://www.youtube.com/watch?v=Ei0ThYOY0_4