Soy biodesagradable Fotografía de Miguel Ángel Mendo

Pertenezco a una categoría de seres, o de cosas, o incluso de alimentos (uno ya no sabe en qué rango de la clasificación de los desechos debe incluirse) que ni siquiera sé si somos residuos, despojos o directamente inmundicias, y por lo tanto no sé si somos reciclables. Estoy informado de que todavía no se ha creado, y mucho menos implementado, ninguna estación depuradora para los bio-entes como nosotros. Y de que las autoridades biosanitarias tampoco han definido dónde y en que grado de chamuscamiento deben acabar nuestros huesos, por lo que aún oficialmente no hemos sido declarados agentes biocontaminantes.

Los tipos como yo, los biodesagradables, podemos exhibir diferentes y variadas distrofias, rarefacciones, borborigmos, impétigos, consunciones y lipomatosis, fundamentalmente de tipo psíquico, llegando incluso a provocar reacciones de sarpullido emocional entre los humanos de categoría B-Plus, llamados también Delis (los “Delicaditos”), en un radio de acción comprendido entre los 50 y 250 cm. Pero lo cierto es que nunca hemos querido hacer daño a nadie.

En los últimos años han surgido de forma esporádica e intermitente ciertas psico-agencias no-gubernamentales, y por lo tanto arbitrarias, supuestamente especializadas en detectarnos y desenmascararnos —un ejercicio de marginación claramente anticonstitucional (una caza de brujas)—, etiquetándonos de forma errónea bajo el terrible epígrafe de “individuos tóxicos”. Se trata de un ataque frontal e indiscriminado por parte de estos sacaperras supremacistas, supuestos defensores de ciertos sujetos victimistas, impotentes, llorones y pasivo-agresivos de ambos sexos, que evidentemente no cuentan con criterios científicos que validen sus categorizaciones, pero que nos convierten de facto en unos de los principales “malos” de esta horrorosa película que es la vida. ¿Acaso en determinados momentos no somos todos tóxicos, unos para otros, sin excepción, en este agresivo mundo de miedos y de intolerancia? Las vidas ajenas son un misterio. Dejemos que siga siendo así.

Sólo me queda decir en mi descargo, y en el de mis insufribles compañeros, que es cierto que nosotros, los biodesagradables, podemos estar afectados por una biotipología somática de índole bioquímica o biogenética que colisiona parcialmente con la normativa oficial acerca de la convivencia amorosa, pero que habitualmente lo hace de forma leve y reversible y respetando siempre las leyes contra el odio. Por lo tanto, y en aras de proteger la biodiversidad caracterológica de la biosfera, ruego consideren podamos sobrevivir a esta ola de rígida pureza moral. Los biodesagradables debemos ser considerados biocompatibles, sobre todo porque, aunque a veces podamos mostrar algún mal gesto, a diferencia de muchos otros colectivos considerados de alta y media validez en el ecosistema, hay algo que nunca, nunca, hemos sido: violentos.

2 comentarios

2 Respuestas a “Soy biodesagradable”

  1. Victoria dice:

    Genial, Miguel Ángel.
    Me he reído un montón, sin dejar de admirar tu sentido crítico y tan bien expuesto.
    Un abrazo,

  2. Alicia dice:

    Francamente preciosísimo, sin paliativos posibles o imposibles de definir en pocas palabras más claras, preclaras, apabullantes y contundentes que las tan deliciosamente vertidas – o mejor «depositadas» sin ira y con encantadora guasa y enorme ingenio – por el autor de este magnifíco artículo, al que felicito efusivamente.
    Un beso, Miguel Ángel

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