“Dicen que el que no llora no mama, pero yo creo que el que no mama no llora” (Anónimo s. III).
Qué poco caso se ha hecho al anónimo pensador, porque lo que se ha instalado en nuestro medio es más lo concerniente a la primera parte de la afirmación, que la sabiduría que envuelve a la segunda. Y es que lo de la queja, el lamento y la demanda de ayuda parece un ejercicio cotidiano, aunque quizá de tanto oírlo ya no nos percatemos de lo presente que está en nuestras vidas.
“El que no llora no mama”. Pues todos a llorar, sobre todo al que más tiene que es al papá Estado, y también a cualquier entidad o instancia a la que se le pueda sacar algo, que es de lo que se trata al fin y al cabo. Y monto una ONG de yo mismo para mí mismo, porque también yo estoy fatal como los niños hambrientos de África, los poblados asolados por el tsunami, o los pobrecitos afectados por el terremoto de Haití, que no hay que irse tan lejos para encontrarse con quien necesita ayuda.
Pero para eso me hace falta una buena campaña de publicidad, y esperar a que se me presente la oportunidad para ir a por ello. La campaña la hago todos los días, porque unos hacen footing, otros jooging, pero yo hago victiming. ¿En que consiste el victiming? Se explica en el siguiente decálogo:
– Todo lo que te pasa es malo para ti.
– Las experiencias que vives siempre te hacen daño.
– No te fíes cuando las cosas te van bien, siempre algo andará mal.
– Tú no puedes hacer nada para remediarlo.
– El remedio depende de lo que tienen los demás.
– El que más tiene más remedio te puede dar.
– Insiste en el malestar que te han hecho sentir.
– Reclama insistente la ayuda.
– Si la ayuda es dinero mejor.
– Desconfía de las otras víctimas, tu desastre siempre es mayor.
Estando convencido de la crueldad del mundo y de la maldad de la vida, es más fácil sentirse víctima, y así justificas bien tu pasividad e inacción para que las cosas cambien, aunque sea un poquito. Se trata de quedarse parado lamentando el destino que te ha tocado, y poder hacer la reclamación de turno, e incluso recibir la indemnización correspondiente.
Al fin y al cabo, ¿no nos están avisando todos los días de lo nocivo de este alimento, los efectos secundarios de tal medicamento, de lo mortal del fumar y lo insalubre de los plásticos? ¿No nos indican los peligros de ciertos juguetes para los niños pequeños, de lo malo de la lejía si la usas para hacerte un gin-tonic, o lo peligroso que es entrar a un local sin los extintores obligados por ley? Pues ya está, generando una sociedad de hipocondriacos y lastimeros, no es nada difícil sentirse antes que nada potencial víctima de los enemigos que acechan en cada esquina.
El jefe me quiere humillar, la esposa engañar, en el colegio están pendientes de castigar a mis hijos, mi novio me la quiere pegar, el médico sobremedicar, salmonelosis en el comedor, el párroco insiste en que vaya a comulgar. Virus de la gripe aviar, radares en la autovía, la autoestima que no me quiere subir; todo es un horror.
Es curioso que nosotros que no le encontramos del todo sentido a la vida, seamos la sociedad que más la protegemos, encubrimos y nos sentimos damnificados por ella; de forma que una parte central de su esencia, las experiencias y las vivencias propias, solo las definimos desde los potenciales peligros, desconsiderando que toda aventura tiene riesgos, daños, traumas y frustraciones, y en vez de prepararnos para afrontarlas de forma adulta y frontal, enloquecemos escondiéndonos de todo cuanto nos pueda afectar. A veces parecemos aquellas ancianitas que sujetaban el bolso fuertemente contra su costado, para evitar que pudieran atracarlas, cuando llevan solo unos centimillos en el viejo y destartalado monedero.
Ridículo ¿no?, y además, patético.
Si, lo es.
Pasamos pisando el mundo mirando los caminos aparentes de los otros, envueltos en una burbuja confortable como si la verdadera realidad fuera una película que sólo dura lo que dura y suspiramos aliviados porque «eso no va con nosotros» está más allá, hasta que un día la gran bola de fuego empieza a quemar también nuestra confortable vida y por supuesto no podemos consentirlo, entonces las pobres víctimas en su afán proteccionista se convierten en verdugos, recelosos, desconfiados, chillones..
Lo expresaste perfecto pero a la gente no le gusta que la despierten es mejor seguir soñando y eso es perfecto para el sistema, porque dice lo que quiere ser oído y mientras tanto sigue manipulando.
Después están los oportunistas, totalitarios vendedores de catástrofes. Para ellos la crisis es la ocasión perfecta para coger el martillo y empezar con la absurda venganza de los insatisfechos:
«ahora nos toca a nosotros, que reduciremos a polvo todo lo que los otros hicieron»
Como dice la canción:
that’s the way we get by..
Exacto. El sistema esta montado para debilitarnos,para asustarnos y para crear alerta respecto a valores realmente absurdos. Como no se asume el error ni el fracaso, y la felicidad se mide respecto a cosas absurdas como sacar notables en ética, que te digan lo guapa que eres, y gane España la Eurocopa, la memez de los poderosos hace de ti una marioneta sin hilos, que dice «no puedo», «todo es un horror»
Una marioneta sin hilos, significa que no puede moverse, solo puede hablar, y si solo puede hablar será para quejarse, porque lo que no sabe es que los hilos que te da el poder son los que se ven pero los que realmente valen son los que no se ven